-¡Ten cuidado, muchacho! -me dijo enojado-. El perro se extravió. El dueño te va meter en la cárcel si nos sigues dando lata.
-Pero a lo mejor tengo rabia -le dije en una voz sinceramente aterrada.
-¡Me importa un pepino que te haya dado plaga bubónica! -me gritó-. ¡Vete al carajo! -
-Llamaré a la policía -le dije.
-Llama a quien quieras -me contestó-.
-Si llamas a la policía, los volvemos contra ti. En esta casa podemos hacer lo que nos dé la gana. Le creí y le mentí a la enfermera diciéndole que el perro andaba perdido y que no tenía dueño.
-¡Ay, Dios mío! -exclamó-. Prepárate para lo peor. Lo más probable es que tenga que mandarte con el médico. Me dio una larga lista de síntomas que podían manifestarse. Me dijo además que las inyecciones contra la rabia eran extremadamente dolorosas y que se administraban subcutáneamente en la región abdominal. -No se lo desearía a mi peor enemigo -dijo, hundiéndome en una horrible pesadilla.
Lo que siguió fue mi primera depresión verdadera. Me quedé en cama, sintiendo cada uno de los síntomas que me había enumerado la enfermera. Terminé por ir a la enfermería para rogarle a esa mujer que me hiciera el tratamiento, por muy doloroso que fuera. Hice un escándalo. Me puse histérico. No tenía rabia, pero había perdido todo dominio sobre mí mismo.
Le conté a don Juan mis dos recuerdos con todos los detalles, sin omitir nada. No hizo ningún comentario. Inclinó la cabeza afirmativamente un par de veces.
-En ambos recuerdos, don Juan -dije, sintiendo en mí mismo la urgencia con la que hablaba-, estaba totalmente histérico. Me temblaba el cuerpo. Tenía náusea. No quiero decir que era como si estuviera viviendo la experiencia, porque no es verdad. Estuve dentro de las experiencias mismas, las dos veces. Y cuando ya no pude soportarlo, salté a mi vida de ahora.
Para mí, ése fue un salto hacia el futuro. Tuve el poder de pasar sobre el tiempo. Mi salto hacia el pasado no fue súbito; el suceso se desenvolvió lentamente tal como sucede con los recuerdos. Fue al final que sí salté de pronto hacia el futuro: mi vida de ahora. -
-Algo en ti ha empezado a desmoronarse, no cabe duda -dijo finalmente-. Se ha estado desmoronando todo este tiempo, pero se reponía muy pronto cada vez que le fallaban las bases que lo sostenían. -Mi sensación es que ya se está desmoronando totalmente. Después de otro largo silencio, don Juan explicó que los chamanes del México antiguo creían, como ya me había dicho, que tenemos dos mentes y que sólo una de ellas es la nuestra.
Yo siempre había comprendido que nuestras mentes tenían dos partes, y que una de ellas se mantenía en silencio porque la fuerza de la otra parte le negaba poder expresarse. Fuera lo que dijera don Juan, siempre lo había tomado como un medio metafórico para quizás explicar el dominio aparente del hemisferio izquierdo del cerebro sobre el derecho, o algo por el estilo.
-La recapitulación contiene una opción secreta-dijo don Juan-. Tal como te dije que la muerte contiene una opción secreta, una opción que sólo los chamanes utilizan. En el caso de la muerte, la opción secreta es que los seres humanos pueden retener su fuerza vital y renunciar solamente a su consciencia, el resultado de sus vidas.
En el caso de la recapitulación, la opción secreta que sólo los chamanes eligen es la de acrecentar sus verdaderas mentes. La inquietante memoria de tus recuerdos -prosiguió- sólo puede venir de tu mente verdadera. La otra mente que todos tenemos y compartimos es, diría yo, un modelo barato; económico, de igual tamaño para todos.
Pero éste es un tema para más tarde. Lo que ahora tenemos delante es el principio de una fuerza desintegrante. Pero no es una fuerza que te está desintegrando, no quiero decir eso. Está desintegrando lo que los chamanes llaman la instalación foránea que existe en ti y en cada ser humano. El efecto de la fuerza que se te viene encima, que está desintegrando la instalación foránea, es que saca a los chamanes de su sintaxis.
Había estado atento a lo que me decía don Juan, pero no podía decir que lo hubiera comprendido. Por alguna extraña razón, para mí tan desconocida como la causa de mis vivas memorias, no pude hacerle ninguna pregunta.
-Comprendo lo difícil que es para ti -dijo don Juan de pronto- el tener que lidiar con esta faceta de tu vida. Todos los chamanes que conozco han pasado por esto. Al experimentarlo, los machos sufren infinitamente más daño que las hembras. Supongo porque la mujer es por naturaleza más duradera. Los chamanes del México antiguo, actuando en grupo, hicieron lo posible por sostener el impacto de esta fuerza desintegrante.
Hoy día, no tenemos los medios para actuar en grupo, así es que tenemos que fortalecernos para enfrentar a solas la fuerza que nos va a llevar más allá del lenguaje, porque no hay otra manera adecuada para describir lo que está pasando. Don Juan tenía razón porque en verdad no podía explicar o no encontraba manera de describir los efectos de esos recuerdos sobre mí.
Don Juan me había dicho que los chamanes se enfrentan a lo desconocido a través de los incidentes más banales que se pueda uno imaginar. Cuando se enfrentan a ello y no pueden interpretar lo que están percibiendo, tienen que apoyarse en un recurso exterior para saber por dónde ir.
Don Juan llamaba a ese recurso el infinito, o la voz del espíritu, y había dicho que si los chamanes no se esfuerzan por ser racionales con algo que no puede ser racionalizado, el espíritu les dice lo que ocurre, sin falla.
Don Juan me guió a aceptar la idea de que el infinito era una fuerza que tenía voz y que estaba consciente de sí misma. En consecuencia, me había preparado para estar atento a esa voz y siempre actuar con eficacia, pero sin antecedentes, usando cuanto menos posible el apoyo del «a priori».
Esperé impacientemente a que la voz del espíritu me dijera el sentido de mis memorias, pero no pasó nada. Estaba en una librería un día cuando una joven me reconoció y se acercó para hablar conmigo. Era alta y delgada y tenía la voz insegura de una nena.
Estaba tratando de hacerla sentir cómoda cuando de pronto me acosó un cambio energético instantáneo. Era como si una alarma se hubiera encendido dentro de mí, y sin ninguna volición de mi parte, tal como había sucedido antes, recordé otro suceso de mi vida que había olvidado por completo.
La memoria de la casa de mis abuelos me inundó. Era una avalancha intensa y devastadora, y otra vez tuve que meterme en un rincón. Me sacudía el cuerpo como si me hubiera resfriado. Debo de haber tenido ocho años. Mi abuelo me estaba hablando. Había comenzado por decir que era su mayor obligación decirme las cosas tal como eran.
Tenía dos primos de mi misma edad: Alfredo y Luis. Mi abuelo insistió, despiadadamente, que le admitiera que mi primo Alfredo era verdaderamente bello. En mi visión, oía la voz rasposa y contenida de mi abuelo.
-Alfredo no necesita ninguna presentación -me había dicho en aquella ocasión-. Con sólo estar presente, se le abren las puertas porque todos practican el culto de la belleza. A todos les gusta la gente bella. Los envidian, pero siempre los buscan. Créemelo. Yo soy guapo, ¿no te parece? Estaba totalmente de acuerdo con mi abuelo.
Era ciertamente un hombre guapo, de huesos finos, de alegres ojos azules, de facciones exquisitas y de pómulos elegantes. Todo en su semblante estaba en perfecto equilibrio: su nariz, su boca, sus ojos, su mentón puntiagudo. Tenía pelo rubio que le salía por las orejas, característica que le daba un aire de duende. Sabía todo acerca de sí mismo y explotaba sus dotes al máximo. Las mujeres lo adoraban; primero, según él, por su belleza, y segundo, porque no lo veían como una amenaza.
Desde luego, él se aprovechaba de todo esto al máximo.
-Tu primo Alfredo es un campeón -siguió mi abuelo-; nunca va a tener que entrar en una fiesta a la fuerza porque siempre será el primero en la lista de invitados. ¿Te has fijado cómo se para la gente en la calle a contemplarlo y cómo lo quieren tocar? Es tan bello que temo que va a salir un idiota, pero eso es otra historia.
Diremos que es el idiota más bienvenido que has conocido. Mi abuelo comparó a mi primo Luis con Alfredo. Dijo que Luis era feíto y un poco tonto, pero que tenía un corazón de oro. Y luego empezó conmigo.
-Si vamos a seguir con nuestra explicación -continuó-, tienes que admitir con toda sinceridad que Alfredo es bello y Luis es bueno. Ahora, a lo que viene a ti, tú no eres ni bello ni bueno. Eres un verdadero hijo de puta. Nadie te va a invitar a la fiesta, vas a tener que meterte a la fuerza. Tienes que acostumbrarte a la idea de que si quieres estar en la fiesta, tiene que ser a la fuerza. Las puertas nunca se te van a abrir como se le abren a Alfredo por ser bello y a Luis por ser bueno, así es que vas a tener que entrar por la ventana.
Su análisis de sus tres nietos era tan acertado que me hizo llorar por la finalidad de lo que había dicho. Cuanto más lloraba, más contento estaba él. Terminó el caso con una advertencia de lo más perjudicial.
-No hay por qué sentirse mal -dijo- porque no hay nada más excitante que entrar por la ventana. Para hacerlo, tienes que ser listo y atento. Tienes que vigilar por todos lados y estar preparado para pasar por humillaciones interminables.
Si tienes que entrar por la ventana -siguió-, es porque de seguro no estás en la lista de invitados; tu presencia no es bienvenida, así es que tienes que trabajar como una bestia para quedarte. La única manera que conozco es poseyendo a todos.
¡Grita! ¡Exige! ¡Aconseja! ¡Déjales saber que eres tú el que manda! ¿Cómo te pueden echar si eres tú el que manda? El recuerdo de esta escena me conmovió profundamente.
Había enterrado este incidente tan a fondo que lo había olvidado por completo. Lo que sí recordaba siempre sin embargo, era su advertencia de siempre ser el que manda, que me debe haber repetido año tras año una y otra vez.
No tuve oportunidad de examinar este suceso o reflexionar sobre el asunto, porque otro recuerdo olvidado salió a la superficie. En él, estaba con la chica con la que me iba a casar.
En aquel entonces, los dos estábamos ahorrando para casarnos y tener nuestra propia casa. Me oí exigiéndole que teníamos que tener una cuenta bancaria juntos; no podía ser de otra manera. Sentía la necesidad de echarle un discurso sobre la frugalidad.
Me oí diciéndole dónde debía hacer sus compras de ropa, y cuánto debía pagar como máximo. Luego me vi dándole lecciones de conducir a su hermana menor y alocándome cuando me dijo que pensaba salirse de la casa de sus padres. La amenacé con acabar con las lecciones.
Empezó a llorar, confesando que tenía un amorío con su jefe. Salté del auto y empecé a dar de patadas contra la puerta. Pero no era todo. Me oí diciéndole al padre de mi novia que no se mudara a Oregón, donde pensaba irse. A grito pelado le dije que era una estupidez. De veras creía que mis razonamientos eran certeros.
Le presenté cifras para demostrar las pérdidas que iba a sufrir y que había calculado yo meticulosamente. Al no hacerme caso, golpeé la puerta y me salí, temblando de rabia. Encontré a mi novia en la sala, tocando la guitarra.
La agarré de las manos, gritándole que abrazaba la guitarra en vez de tocarla como si fuera más que un simple objeto. El afán de imponer mi voluntad se extendía sobre todo.
No hacía yo distinciones; no importaba quién estuviera cerca de mí, estaban allí para que los poseyera y amoldara según mis caprichos. Ya no tuve que sopesar el significado de mis visiones tan vivas. Porque una incontrovertible certeza me invadió como si viniera de afuera.
Me dijo que mi flaqueza era la idea de tener que ocupar la mesa del director en todo momento. El concepto de que era yo el que mandaba, y que además debía dominar cualquier situación, estaba arraigadísimo en mí.
La forma en que me habían criado sólo sirvió para reforzar este impulso, que al principio debe haber sido arbitrario, pero que ya en mi madurez se convirtió en necesidad. Era consciente sin duda alguna de que lo que se jugaba era el infinito.
Don Juan lo había descrito como una fuerza consciente que deliberadamente interviene en la vida de un chamán. Y ahora estaba interviniendo en la mía. Supe que el infinito me estaba señalando, a través de las memorias vivas de esas experiencias olvidadas, la intensidad y la profundidad de mi impulso de dominación, y de esa manera estaba preparándome para algo trascendental.
Supe además, con una certeza aterrorizadora, que algo me iba a vedar la posibilidad de tener domino sobre eso, y que necesitaba más que nada la sobriedad, la fluidez y el abandono para poder enfrentarme a lo que venía.
Desde luego, le dije todo esto a don Juan, ampliándolo gustosamente con mi inspirada perspicacia y mis especulaciones sobre el posible significado de mis recuerdos. Don Juan se rió, demostrando su buen humor.
-Todo esto es exageración psicológica por tu parte, puras ilusiones -dijo- Como siempre, estás buscando explicaciones bajo las premisas lineales de causa y efecto. Cada uno de tus recuerdos se vuelve más y más vivo, y más y más enloquecedor para ti, porque como ya te dije, has entrado en un proceso irreversible.
Está emergiendo tu mente verdadera, despertando de un estado letárgico de toda una vida.
-El infinito te está reclamando como propio -continuó-. No importe lo que utilice para señalarte eso, no tiene otra razón, otra causa, otro valor que eso. Lo que debes hacer, sin embargo, es prepararte para el ataque violento del infinito.
Debes estar en un estado de continuo desvelo, afirmado para recibir un golpe de enorme magnitud. Ésa es la manera sobria y cuerda en que los chamanes se enfrentan al infinito.
Las palabras de don Juan me dejaron con un sabor amargo en la boca. En verdad, sentía que esa fuerza venía sobre mí y me llenaba de temor. Como había pasado mi vida entera escondido detrás de alguna actividad superflua, me hundí en mi trabajo.
Presenté conferencias en los cursos que dictaban mis amigos en varias universidades por el sur de California. Escribí prolíficamente. Puedo afirmar que tiré docenas de manuscritos a la basura porque no cumplían con un requisito indispensable que me había descrito don Juan, que lo hacía aceptable para el infinito.
Me había dicho que todo lo que hacía tenía que ser un acto de brujería. Un acto libre de expectativas intrusas, temores al rechazo, ilusiones de éxito.
Libre del culto del yo; todo lo que hacía tenía que ser al momento, un acto de magia en que me abría libremente a los impulsos del infinito. Una noche, me encontraba sentado en mi escritorio preparándome para escribir, como lo hacía a diario. Sentí de pronto un vahído.
Pensé que acaso me sentía mareado porque me había levantado demasiado pronto del colchón donde hacía mis ejercicios. Se me nubló la vista. Vi puntitos amarillos. Creí que me iba a desmayar. Empeoré. Había una enorme mancha roja delante de mí. Empecé a respirar profundamente, tratando de tranquilizar la agitación que causaba la distorsión visual.
Entré en un silencio extraordinario a tal extremo, que me sentí rodeado de un negrura impenetrable. Me vino la idea de que me había desmayado. Pero podía sentir la silla, el escritorio; tenía conciencia de todo a mi alrededor, desde la negrura que me rodeaba.
Don Juan había dicho que los chamanes de su linaje consideraban que uno de los resultados más codiciados del silencio interno era una interacción específica de energía que siempre se anuncia con una profunda emoción.
Él sentía que mis recuerdos eran medios para agitarme al extremo de poder experimentar esa interacción. Tal interacción se manifestaba a través de matices que se proyectaban en el horizonte del mundo de la vida cotidiana, fuera una montaña, el cielo, una muralla, o simplemente la palma de la mano.
Me había explicado que esta interacción empieza con la apariencia de una tenue pincelada de color lavanda, sobre el horizonte. Con el tiempo, la pincelada lavanda se expande hasta que cubre el horizonte visible, como las nubes de una tormenta que avanza.
Me aseguró que se ve un punto rojizo, de un peculiar y rico color granate, como si hiciera explosión dentro de las nubes color lavanda. Afirmó que al adquirir mayor disciplina y experiencia los chamanes, el punto color granate se expande y finalmente estalla en pensamientos o visiones, o en el caso de un hombre de letras, en palabras escritas; los chamanes o bien ven visiones engendradas por la energía, oyen pensamientos a través de palabras habladas, o leen palabras escritas.
Esa noche allí delante de mi escritorio, no vi ninguna pincelada lavanda ni vi nubes que avanzaban. Estaba seguro de no tener la disciplina que requieren los chamanes para tal interacción de energía, pero sí tenía una enorme mancha color granate delante de mí. Esta enorme mancha, sin ningún preámbulo, estalló en palabras desasociadas que leí como si salieran de una máquina de escribir sobre una hoja de papel. Se movían con una rapidez tan exagerada delante de mí que me era imposible leer nada.
Entonces oí que una voz me explicaba algo. Otra vez, el ritmo de la voz no cuadraba con mi oído. Las palabras se confundían, haciendo imposible el escuchar algo sensato. Como si no bastara, empecé a ver escenas de ésas provocadas por el hígado, como las que se sueñan después de haber comido muy pesado.
Eran barrocas, oscuras, siniestras. Empecé a girar hasta que me dio náusea. Allí terminó todo. Sentía el efecto de todo lo que me había pasado en cada músculo de mi cuerpo. Estaba rendido. Esta intervención violenta me había dejado frustrado y colérico.
Fui corriendo a casa de don Juan para contarle lo sucedido. Sentía que necesitaba de su ayuda más que nunca.
-La brujería y los chamanes no son gentiles -comentó don Juan después de oír mi relato-. Ésta es la primera vez que desciende el infinito sobre ti de tal manera. Fue como un asalto. Fue una toma de posesión total de tus facultades.
Con respecto a la velocidad de tus visiones, tú mismo tendrás que ajustarla. Para algunos chamanes, es trabajo de toda una vida. Desde ahora en adelante, la energía va a aparecer delante de ti, como si estuviera proyectada sobre una pantalla de cine.
Que entiendas o no la proyección -siguió-, es otra cosa. Para interpretarla con precisión, necesitarás experiencia. Mi recomendación es que no seas tímido y que empieces ahora mismo. ¡Lee la energía sobre la pared! Está emergiendo tu verdadera mente y no tiene nada que ver con la mente que es una instalación foránea.
Deja que tu mente verdadera se ajuste a la velocidad. Manténte en silencio y no te preocupes, pase lo que pase.
-Pero, don Juan, ¿es posible todo esto? ¿Puede uno leer la energía como si fuera texto? -le pregunté, abrumado por la idea.
-¡Claro que es posible! -me contestó-. En tu caso, no sólo es posible, sino que te está ocurriendo, ¿no?
-Pero, ¿por qué leerla como si fuera texto? -insistí, aunque era una insistencia retórica.
-Es afectación de tu parte -me dijo-. Si leyeras el texto, lo podrías repetir a la letra. Pero, si trataras de ser un espectador del infinito en vez de un lector del infinito, te darías cuenta de que no podrías describir lo que estás mirando, y terminarías diciendo babosadas, incapaz de verbalizar lo que atestiguas.
Lo mismo si trataras de oírlo. Esto, desde luego, es específicamente para ti. De todos modos, el infinito escoge. El guerrero-viajero simplemente cede a su selección.
Pero ante todo -añadió después de una pausa premeditada-, no te abrumes por el suceso porque no puedes describirlo. Es un suceso más allá de la sintaxis de nuestro lenguaje.
COMENTARIO
Carlos siente que el uso de acomodadores en su recapitulación le está facilitando enormemente esta tarea, que para él, es impuesta por no estar completamente convencido de su necesidad.
1. LAS DOS MENTES
El ser humano tiene su propia mente, pero la entidad foránea al anclarse, y de hecho, lo hace en la parte superior de la cabeza, donde hay un cuenco que mira hacia arriba, en ese cuenco, el foráneo fabrica una especie de jaula donde habita, es la EGC (estructura geométrica compacta) que yo he podido visualizar en mí y en otras personas, son cuerpos geométricos semirregulares, en mi caso, es un icosaedro, he visto poliedros como octoedros, dodecaedros, tetraedros, cubos, prismas, esferas y muchos más, combinaciones de éstos y dentro de esa estructura habita un ser que es muy parecido a una larva, a un insecto, algo, realmente desagradable pues aparece oscuro en contraste con los campos de luz y color del ser humano.
La instalación foránea es todo eso, lo que hay sobre el cuenco de Sahasrara (el chakra corona) y no nos pertenece. Cuando era más joven, al darme cuenta que esa región energética no podía contactar con ella ni manipularla como hacia con otras, pensé que era una región vedada, prohibida, y que el alma habita ahí, que es una región divina, perteneciente a Dios y por eso la nombré como «Estructura del Tetragrammaton», bueno, a Dios yo le llamaba y le llamo Tetragrammaton, debido a un sueño que tuve con Él (siempre he creído que fue así, actualmente, tengo mis dudas, no creo ser tan importante como para que Dios me hable o instruya), así que esta primera región, pasó a llamarse ETY y que se subdivide en ETY0, el lugar donde habita el foráneo, ETY1, la estructura geométrica compacta o jaula que lo contiene (EGC0) y ETY2, que es un nexo que une toda la estructura al chakra de la garganta con el resto de la médula espinal, donde el foráneo actúa en la totalidad del ser. En ETY2, Vishudha, es una estructura propia.
El foráneo nos deja una mente predominante, que es la suya propia, es una mente económica, barata, fabricada en China que es la que hace que el ser humano tenga un comportamiento contradictorio, violento, absurdo e ignorante.
2. LA MENTE VERDADERA
La mente verdadera y nuestra, poco a poco, a medida que la recapitulación va prosperando, ésta, va surgiendo como enterrada en millones de historias personales, vanales, absurdas e insulsas, cuando hemos sacado toda esa basura, estamos removiendo la instalación foránea de muchas partes y a partir de la médula espinal, estamos trasladando esas energías a la parte inferior del cuerpo, de los glúteos, en el cuenco del Kundalini, a la altura del chakra base Mulhadhara y desde ahí se va resbalando esa energía hacia las piernas, más por su parte posterior para salir hacia la Tierra, es energía telúrica acumulada e inservible, energía ajena, tanto del foráneo como la de otros foráneos con los que se ha interactuado a lo largo de la vida.
A medida que se descongela y ha llegado un tiempo de florecimiento para nuestra existencia con la pérdida de poder del foráneo (pronto, él mismo saltará y se marchará), y surge una mente limpia, estable, sin contradicciones, con una lógica absorbente, una mente equilibrada, tranquila, pacífica, racional... la verdadera mente mágica del ser humano.
3. EL ASALTO DEL INFINITO
La verdadera mente es la que mantiene los recuerdos nítidos, si van surgiendo recuerdos cada vez más detallados y vívidos, son recuerdos de la memoria de la mente verdadera.
Hay un momento en que todo se desmorona, el foráneo decide saltar, decide abandonarnos y en ese momento, es el infinito que nos está asaltando. El foráneo destruye la cápsida y la estructura geométrica (Instalación foránea) ETY0, y el infinito se encarga de reestructurar ETY1 y ETY2, así como todo los canales del cuantificador central (CC) médula espinal.
Este es el proceso que se describe cuando uno observa el horizonte y lo ve de color púrpura para ir observando el avance de una mancha de color rojizo enfrente, este efecto no es algo que yo haya vivido, pero creo que se trata de que el vacío dejado por la instalación foránea y el foráneo ha hecho que el universo colme de energía para equilibrar toda la estructura mediante la reestructuración y adaptación, es como cuando una herida comienza a curarse, a cicatrizar y lo hace violentamente.
4. LA VOZ DEL ESPÍRITU (INTENTO)
La voz del espíritu es como si uno tuviese un consejero interno que te va indicando cosas, informando, esto es un acto de información procedente del infinito.
Yo lo he llamado «Acceso a Vatna» y todo ello, debido a un extraño sueño que tuve de niño en el que llegaba volando hasta Islandia, concretamente al llegar al glaciar de Vatnajökull, me sumergí en su interior y llegué a unas cuevas subterráneas donde me encontré a una mujer joven que me recibió y dió la bienvenida a la Biblioteca de la Tierra, desde ese día recibí instrucción, vía onírica y posteriormente, durante mi vigilia, cuando me sucedía algo o algo iba a sucederme, hay como señales de tráfico, advirtiendo, mostrando y enseñando. Esto depende de mi estado de ánimo, a veces no siento nada o no me llega nada, y a veces, todo está señalizado.
La información es inherente al infinito y está ahí para que nosotros podamos utilizarla en nuestro propio beneficio.
5. INFORMACIÓN = ENERGÍA
La energía que hay en el universo conlleva consciencia y está provista de información, de ahí que los empujones que el intento nos da, pueden leerse e interpretarse, si somos instruidos, vendrán palabras, si no, ideas, conceptos, objetos.
Aprender desde el universo a través del intento, o lo que yo digo, Acceso a Vatna, es gratificante, es necesario y es un peldaño superior que todo ser humano está obligado a cruzar en su evolución espiritual.
Mantener el silencio interior favorece este tipo de experiencias.
Siempre, en toda experiencia, el infinito manda, elige y escoge por tí.


No hay comentarios:
Publicar un comentario