En el segundo libro de Castañeda «A separate reality: Further conversations with Don Juan» (Una realidad aparte: más conversaciones con don Juan) es la continuación natural del primer libro, Castañeda está integrado en un programa de iniciación en el camino del guerrero, sin saberlo.
El autor continúa sus conversaciones y aprendizajes con el brujo yaqui, explora el conocimiento de sí mismo apoyado por el uso de diversas plantas alucinógenas como el toloache, el peyote y alguna clase de hongos que don Juan denomina «plantas de poder» y cuyo uso es ritual, además de que cada planta tiene una entidad de poder abstracto con el que se ha de preparar a Castañeda, esto no es un juego recreativo, realmente somete al antropólogo a situaciones de conflicto e incluso lo encara con su propia muerte.
Sobre la naturaleza de la muerte y el sentido de ésta en las vidas de los buscadores de la libertad a través del conocimiento interno trata como idea central, este texto.
Por otro lado, Castañeda penetra paulatinamente en la cosmovisión de su maestro, hombre de conocimiento y benefactor, Don Juan.
Castañeda sufre una transformación irreversible de la que no está del todo concienciado, abandona su rigidez académica, sus objetivos de investigación, su intelecto y hasta el sentido de lo racional, pues las experiencias son tan extraordinarias e incluso las siente como más reales que la realidad que siempre ha tomado como base de su estabilidad mental, que entra en un estado difuso de conciencia y finalmente adquiere la capacidad para ver, un sentido extrasensorial que no pertenece al cuerpo físico del ser humano sino que forma parte del cuerpo energético, esta percepción no es la vista tal y como la concebimos, en realidad es un sentido holístico y difícil de exponer, es como tratar de explicarle los colores a una persona ciega de nacimiento.
La intrepretación (que no es descrita en este libro, aunque algo creo recordar que aparece en el cuarto tomo: Los relatos de Poder).
La persona está interaccionando directamente con las energías reales, las que forman la textura del universo, que son campos vibratorios en contínuo movimiento y para ello, debe de hacerlo a través de su cuerpo energético, es una interacción energía-energía.
La muerte deja sombras en la estructura energética del ser y cuando se produce es como si la envolvente tuviese una cremallera que se abre de polo a polo (a partir del punto de encaje y en todas direcciones) y el resto de objetos que hay en el interior sufren un proceso de repliegue y deshilachamiento, en ese repliegue se compacta y minimiza hasta que todo queda convertido en una bolita de luz del tamaño de una canica. En el apartado de la muerte de mi abuelo describo completamente este proceso.
Lo que viene a continuación son mis historias personales de mis seres queridos más cercanos que fallecieron y lo que yo sentí en esa experiencia, si no te interesa, puedes ir hasta el final, pero hay cosas que describo desde un punto de vista energético y que guarda relación con el tema que estoy tratando en esta entrada, pues soy testigo de mi propia historia, no puedo explicar lo que sienten o viven otras personas.
LA MUERTE DE MI MADRE
No nacemos solos, nuestra madre está luchando desde antes de seamos, para llevar a buen término el embarazo y que lleguemos a este mundo lo mejor que se pueda, a partir de aquí, pasarán muchos años a nuestro lado (de hecho, el resto de toda su vida), cuidándonos, protegiéndonos y dándonos amor, sin esperar absolutamente nada a cambio.
Nuestra madre ha sacrificado su modo de vida no solo para darnos la vida, sino para ponernos en el mundo, lo ha hecho lo mejor que ha sabido y que ha podido, pues tiene la fragilidad, limitaciones y debilidades que cualquier otro ser humano tiene, pero también posee la voluntad, la entrega y la fortaleza, que surgen como una fuerza desde su interior, de hecho, el hecho de ser madre cambia por completo su grado de conciencia y su modo de vida y es algo inmediato.
La ausencia de una madre, al igual que la ausencia un hijo, son estados difíciles de soportar para muchas personas, mi madre murió en mi ausencia, pues no mantenía ningún contacto con la familia, ni siquiera conocen mi paradero, teléfono..., en fin, esto no obedece a un capricho personal, es una situación de extrema necesidad la que me ha obligado a tomar esta determinación, pero lo dejamos aquí, no guarda relación con el tema.
Me despedí de mi madre, en 2018, un año antes de fallecer y lo hice a través de una llamada telefónica, un impedimento circunstancial no me permitió hacerle una visita a su casa y esa despedida no fue disimulada, pues ambos lloramos y no parábamos de gritarnos «Te quiero» entre nosotros. Las despedidas son amargas, pero preferí tener con ella unas últimas palabras, me marchaba a vivir lejos.
Guardaba un cierto optimismo de poder visitarla, pero la circunstancia se puso en mi contra, lo cierto es que, en la madrugada del 3 de marzo de 2019, noté una presencia en mi dormitorio, yo no tengo mascotas, era como si algo voluminoso y con peso se sentase en mi lado izquierdo de la cama arrastrándome hacia ese lado, no me asusté, pues pensaba que podría tratarse de mi marido, pero lo sorprendente, es que él estaba a mi derecha y había una tercera «persona» en el dormitorio, ahí fue donde me asusté y como siempre que me asusto, hablo en inglés y grité: «Who are you?» (¿quién eres?), el ser se recostó a mi lado y comenzó a hablarme, era mi madre, escuché nitidamente su voz a través de mis pensamientos, encendí la luz, miré el reloj y eran las 2:30, no había presencia alguna, me quedé dormido y entre sueños, mi madre me dijo: «Soy yo, tu mamá, acabo de morir, mi niño»... «pero no sufras mi vida, que no he sentido absolutamente nada, lo único que he sentido es que ya no sufro, me estaba asfixiando, estaba muy mal y menos mal, ya todo esto se acabó».
Tras despertar de este sueño, lloré amargamente, busqué en las agendas, correo electrónico, para intentar contactar con mis hermanos, pero no tenía nada, pasó una semana larga y desde Facebook, encontré un mensaje casi por casualidad, era mi cuñada Raquel, que me facilitaba el teléfono de mi hermano y me pedía que urgentemente lo llamase.
Ya sabía para qué era y así fue. Coincidió en día y en hora, no fue ni intuición ni casualidad, hubo una comunicación entre mi madre y yo y no fue la única, hubo dos ocasiones más.
Ella ya estaba muy enferma, tenía 68 años y desde los 52 quedó hemipléjica, además ella sufre de los bronquios al igual que yo, al parecer es herencia, era diabética, sufrió anginas de pecho y esos últimos años de su vida fue muy infeliz y es que la vida sin salud no es vida. Murió de neumonía doble y precisamente por el virus de covid, que entonces aún no se había identificado.
El segundo contacto lo tuve a los pocos días y ella se limitó a calmar mi estado de ánimo, me encotraba muy triste y me sentía dolido porque en ese aciago año de mi vida no pude ni siquiera contactar con ella o visitarla, le pedí perdón en innumerables ocasiones, oré por ella y la calma no regresaba, ella intervino y noté el alivio que su presencia me proporcionaba.
La tercera visita (y última hasta el momento) sucedió en días de la navidad de 2.020 y fue un evento muy extraordinario, había decorado la casa, puse el árbol de navidad, estaba todo impoluto, coloqué el mantel navideño sobre la mesa y puse unos videos musicales para relajarme y regresando de la cocina, la ví sentada en una silla junto a la mesa del comedor, la ví nítidamente como si estuviese viva, me senté a su lado y pude sentir que le tocaba su brazo, la besé y le dije: «Siempre has sido bienvenida a esta, tu casa, la casa de tu hijo Antonio, tu mayor», ella me contestó: «En ningún sitio me he sentido más a gusto por nochebuena, que estar en tu casa, acompañado de tus hijos, tu mujer, tus hermanos y sus mujeres, siempre has sido un buen anfitrión, has preparado con amor tus comidas, te has preocupado por atenderme a mí y a todos, hoy es mi primera navidad fuera del mundo y he sido atendida en esta petición, pasar la nochebuena con mi hijo Antonio, como tradicionalmente lo hemos hecho siempre desde que tu padre murió».
En esa silla no se sentó nadie durante toda la noche y así fue como todo acabó, han pasado tres años desde entonces y ni pensamientos hay, mi madre se marchó.
LA ANUNCIADA MUERTE DE MI PADRE
En otoño de 1988, mi abuelo Antonio Manuel, el padre de mi madre, estaba desde hace algunos años enfermo, estuvo hospitalizado en dos ocasiones, tenía cáncer de hígado, nunca lo oí quejarse ni hablar sobre lo que sentía, ya tenía muchos años, recuerdo que cuando cumplió los 80 años de edad, fuí por la mañana a su casa para felicitarlo y le pregunté mientras desayunábamos todos juntos, mi abuelos vivían en la planta de arriba de mi casa junto con mi tía Paqui que estaba recién casada pero aún no tenía su propia casa.
«Abuelo ¿Cómo se ve la vida a los 80 años?»
«La vida es un milagro, cuando me voy a dormir no sabré si volveré a ver un nuevo día, pero cuando me levanto temprano en la mañana, me siento feliz, tengo un nuevo día por delante para vivirlo»
Había leído la mayor parte de los libros de Castañeda, llegué hasta el Don del Águila, el sexto título de la saga.
Me acordé que Don Juan habló cuando presenció por primera vez la muerte y lo hizo viendo y le dijo a Carlos, que era la mejor manera de ser testigo de ese instante tan doloroso, pues viendo no sientes dolor.
Aquella tarde, Herco, el pastor alemán de mi hermano, estaba muy agitado, mi abuelo estaba sufriendo mucho y se quejaba, el perro estaba ahuyando sin parar y mi tío Horacio, el marido de mi tía Paqui bajó hasta mi casa para pedirnos que sacásemos el perro, que estaban todos llorando porque decían que el abuelo se estaba yendo y el perro estaba llamando a la muerte. Mi hermano se lo llevó consigo y subí a acompañar a la familia, ciertamente, mi abuelo estaba realmente mal, llegó mi tía Fernanda, mi madre, poco a poco la casa se llenó de gente, todos sabíamos que era cuestión de minutos y así sucedió. Al verlo así, no lo pude soportar y entré en trance sin buscarlo, mi estado de conciencia se acrecentó hacia la segunda atención y toda la escena que estaba observando cayó sumida en una profunda oscuridad, para ver cómo una bola de luz amarillenta estaba rompiéndose como si estuviese unida por costuras, una voz me dijo: «Tu abuelo va a comenzar su viaje hacia la eternidad», desde sus piernas, fue como ver descorrer a una cortina, se fue plegando desde abajo hacia arriba, los anillos apenas se percibían y estaban muy cerca del espinazo, que se caracteriza por ser unas trenzas de luz, este espinazo fue encogiéndose y absorbiendo los anillos, uno por uno y en dirección a la cabeza, ya carecía de cubierta, eran las estructuras internas las que se estaban desilachando, las fibras se compactaron y se unieron al espinazo, llegó hasta la cabeza y aquí todo se quedó encerrado en una bolita pequeña, del tamaño de una canica, era como plateada, muy brillante y de pronto, ¡saltó! y comenzó a flotar por el techo de la habitación, saliendo hacia fuera, se perdió entre las nubes como una estrella blanca nítida.
Allí quedó un cuerpo rígido y vacío, no lo identifiqué, mi abuelo era esa estrellita que vi ascender hacia las nubes. Nunca he vuelto a presenciar algo tan extraordinario a lo largo de mi vida, quizás sea distinto en otra ocasión con otra persona que fallezca a mi lado, prefiero no saber más.
LA MUERTE TE HACE SOBRIO
Don Juan hablaba de la muerte con frecuencia en el segundo libro «Una realidad aparte» puso a Carlos frente a la muerte e indicaba que es la compañera inseparable que siempre está presente y a nuestro lado, concretamente en la lado izquierdo (quizás sea por el lugar que ocupa el corazón) que el proceso de morir es, en términos de energía, la apertura del capullo y que las estructuras del interior se deshilachaban para dejar de ser y compactarse, empequeñeciéndose, pero que no desaparece del todo, sino que se libera del cuerpo, pensé que esa canica de luz será el alma de la que los planotistas hablaban, la descripción fue tal y como yo experimenté no con tanto detalle, pero eso fue lo que presencié frente a mi abuelo.
Para el guerrero de la libertad total, él ya de por sí, se considera muerto, por lo que la muerte no va a representar perder frente a la lucha contra los poderes establecidos en el mundo, sino que hay que luchar hasta el último instante, a esto, don Juan lo denominaba «impecabilidad».
En otras palabras, el hecho de estar vivo implica ser mortal, es una regla que está ahí, pero el hombre de conocimiento no tiene por qué aceptar un pacto del que no ha participado sino que fue realizado eones atrás.
Don Juan señala que llegado el momento de partir de este mundo, somos el alimento del águila, entendiéndose como tal, una entidad abstracta se alimenta de la conciencia para unificarla en un oceano de conciencias. Al águila le interesan nuestras historias, nuestras experiencias vitales y esa energía le otorga un poder sin igual, pero al tomarlo, nos toma por completo, no solo toma la parte que le interesa, absorbe la totalidad de nuestro ser como conciencia y morimos.
El camino del guerrero impone una lucha final con el águila, para que le aportemos lo que le interesa y respete todo lo demás. No somos absorbidos en ese mar de la conciencia, sino que flotamos sobre él y adquirimos la libertad total.
Todo esto es un procedimiento laborioso y extremadamente complejo, requiere una gran disciplina y mucha guía, a toda esta filosofía eminentemente práctica le sobran palabras e intentos de explicación, análisis y demás, pues todo ello, es innecesario e inútil.
La praxis de don Juan está basada en hechos muy concretos: Se forman grupos de personas, todas con experiencia en la percepción y cada una de ellas ocupa un poder, una capacidad muy concreta, que si son acechadores, que si son ensoñadores, una especialización en beneficio del grupo.
Cada partida tiene un líder o nagual hombre y mujer, existe un entrenamiento diferenciado por género, si ha tenido hijos o no, imagino que cada persona tiene unas características energéticas específicas que hace que el entrenamiento sea específico para su estructura energética.
Llegado el día en que todos están listos, no sin antes, dejar una nueva partida bien entrenada y toman la decisión de abandonarse en alas del intento. [Relatos de poder]
Cuando sucedió partida del nagual don Juan y del nagual don Genaro, en lo alto de aquella catarata, saltaron todos, la antigua partida y la nueva, la del nagual Carlos Castaneda.
Podría parecernos que aquello fue un suicidio ritual y así lo entendí cuando leí este libro en 1985, pero mi desarrollo en la percepción me ayudó a comprender que fue un hecho perfectamente factible.
Hay unas fibras de energía que parten de la región umbilical y se expanden de manera elástica (hay otras, pero sus acciones son secundarias). Lo cierto es, que cuando aquel salto memorable de la partida de los naguales, éstos y sus respectivas partidas, desaparecieron para siempre de la faz del mundo, ni siquiera pudieron morir, porque sus cuerpos nunca fueron encontrados.
Sin embargo, el nagual Carlos y su partida en ciernes, también saltó y no murieron como consecuencia del salto, sino que aparecieron de nuevo en este mundo, indemnes, sin sufrir daño físico alguno.
A través del intento (don Juan tiene un lenguaje confuso al usar palabras comunes para definir objetos imposibles de comprender) todo ese grupo saltó por ese abismo, unos marcharon hacia el mundo paralelo de la segunda o tercera atención o vete tú a saber, porque eso nunca lo sabremos y otros se quedaron aquí.
Entiendo el intento como el uso deliberado de las fibras de la voluntad para hacer actos extraordinarios como saltar, volar, ir de un punto a otro, sin tener en cuenta las limitaciones de distancia o temporalidad, el uso de estas fibras permitió que el nagual Carlos y su partida en ciernes, no se despeñaran por ese sitio apareciendo muertos al final del abismo, pues usaron las fibras para adherirse a estructuras materiales (rocas, el suelo o entre ellos) en vez de adherirse a las alas del intento, como hizo la partida de los maestros, que lanzaron sus fibras de la voluntad y con su intento, se adhirieron a las emanaciones del águila para ser llevados más allá de esta realidad hacia otra realidad, escapando de la muerte y conquistando la verdadera libertad, los de la partida del nagual Carlos, buscaron la manera de salvar su vida y por eso, aparecieron en la hondonada, su intento no fue suficiente para conseguir lo que consiguieron los otros.
Carlos Castañeda murió secretamente el 27 de abril de 1998, al parecer, de un cáncer de hígado a la edad de 72 años. A pesar de lo feo que era, tenía fama de mujeriego y en el chiringuito que montaron sus mujeres, «Cleargreen» en el boulevard de Santa Mónica, Los Ángeles, Cal. (EE.UU.) hicieron una academia de tensegridad, una serie de ejercicios específicos para recapitular, aprender a ensoñar, acerchar, fijar la atención y cambiar, los pases mágicos y en definitiva, el entrenamiento que más o menos describe en su obra.
Cinco mujeres entre las que se cuenta su ex Florinda Donner y Taisha Abelar, responsables del emporio, marcharon hacia el desierto y allí saltaron, se encontraron los restos óseos de una de ellas pero no de las demás, creo que Carlos no fue todo lo impecable que era necesario para cruzar ese umbral y la muerte le sorprendió antes de que tomase la decisión.
Leí los libros tanto de Florinda como de Taisha (no son sus nombre verdaderos) y realmente me aclaró muchísimas cosas, creo que estas mujeres de algo más de 50 años, tomaron la decisión y lo consiguieron, no se lo pensaron tanto.
Actualmente en México hay una asociación llamada «Tensegridad» que realiza las mismas funciones que «Cleargreen», pues Castañeda era muy reticente a aparecer en público y la gente quería escucharlo, no sé si guardan algún tipo de relación entre sí o son entidades distintas y con distinto objetivo.
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