AUTOR DEL BLOG DE LA UNIVERSIDAD DE DOGOMKA

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El cielo me ha fascinado desde que tuve uso de razón. A los 13 años de edad realicé un trabajo sobre el Sistema Solar en la escuela y gané un premio, mi tía Paqui me obsequió con mi primer libro de astronomía, escrito por José Comás Solá, estudiando este libro, nació mi vocación por la astronomía. Cada noche salía al campo para identificar y conocer las estrellas, solía llevar conmigo unos binoculares y pasaba largas horas viendo el firmamento. Mi madre me regaló mi primer telescopio. Me formé como matemático y estudié complementos de astronomía posicional y astrofísica teórica, colaboré escribiendo artículos tanto en inglés como en español para tres revistas: «Sky and Telescope» (EE.UU.); «The Astronomer» (R.U.) y «Tribuna de Astronomía» (España) entre 1982 y 1988. Actualmente tengo 62 años y he realizado un posgrado sobre Historia de la Ciencia, su filosofía y lógica en la UNED y estoy prejubilado.

domingo, 9 de noviembre de 2025

[6] EL SUSTRATO ENERGÉTICO DE LA REALIDAD: MIS EXPERIENCIAS


No recuerdo con exactitud ni la fecha ni el momento en que comencé a percibir cosas extrañas, cosas inexplicables, era muy niño cuando la oscuridad y las sombras me causaban un profundo pánico porque veía proyecciones de luces y sombras sobre el techo y las paredes de la habitación, comencé a desarrollar fobia por la oscuridad desde que tuve uso de razón hasta iniciada mi adolescencia. La cosa se agravó mucho más durante la adolescencia pues relacioné esas visiones con difuntos, pues mi padre compró una casa junto a un cementerio que podía ser visto desde las ventanas y mi fantasía me produjo esta mala pasada, cambiamos de casa con frecuencia, hubo cuatro mudanzas entre mis 10 y 13 años de edad. Esas figuras daban saltos de un lado para otro, siempre oscilantes, a veces parecían figuras mitológicas e incluso monstruosas, yo no quería percibirlas.

Mi padre dormía en mi habitación y compartíamos una ancha cama, en otra habitación dormía mi madre junto con mi hermana menor, Carmen. Nuestra casa era muy bonita pero no era propiedad de mis padres, era una casa que la empresa de mi padre le cedió, éramos emigrantes, vivíamos al suroeste de Londres, en Epsom Downs, en el condado de Surrey, él trabajaba en el puerto y con el paso de los años, me enteré que mis padres no tenían una relación amorosa aunque estaban condenados a vivir juntos en un matrimonio desgraciado, mientras tanto, las sombras comenzaron a convertirse en algo más escabroso, eran como figuras de seres mitológicos que continuamente saltaban de un punto a otro, mi mente no pudo entenderlo y nunca encontré a alguien que lo hubiese visto, pensé que eran espectros, fantasmas o cualquier cosa inimaginable, esta situación me llegó a enfermar de los nervios y cuando tenía 15 años, en 1979, todo se resolvió y volvió a la normalidad, aprendí a ser más sociable, estaba contento en mi nuevo instituto, salía de fiesta, tenía muchas amistades y ahora, la oscuridad estaba plagada de estrellas, me encantaba ver el firmamento y comencé a sentirme bien por primera vez en muchos años.

Hacía seis años que regresamos a España y vivíamos en Málaga. Ahora era un muchacho de 16 años, era 1980 y mi amigo Pepe del Castillo, aficionado a la caza, nos propuso a Ricardo y a mí para que lo acompañásemos una mañana otoñal de domingo, nunca he tenido el más mínimo interés en la caza, pero en esos días, la compañía era más necesaria y la buscaba deliberadamente, hay dos cosas que me gustan mucho y que confluían en esta propuesta, una es, madrugar y otra, es, caminar por el campo.

Recuerdo que en todo momento deberíamos guardar un estricto silencio para evitar espantar a los pájaros y caminamos por un arroyo cercano a mi casa, el Arroyo de Wittenberg en dirección a los campos de Jarazmín y Podadera, caminábamos por pequeños bosques de eucaliptos, olivares, almendros, alcornoques, tejos... mientras el sonido de los pájaros al amanecer y la cadencia del agua de los arroyos cercanos, me sumió en un profundo sopor, salió el sol y comenzó a impregnar mágicamente esos lugares, con una sensación de calidez y a la vez, frialdad, por la brisa marina que recorrían todo mi espinazo causando una cascada de sensaciones, no había lugar para pensamientos ni para reflexiones, estaba sintiendo totalmente ese escenario maravilloso, estaba, literalmente en comunión con el todo, perdí mi individualidad como ser y de pronto, sentí que todo se oscureció repentinamente, aunque no del todo, comencé a percibir haces de luz cromática que formaban ondas e iban de un lado para otro, mis ojos se entornaron porque sentí que percibía mejor todo aquello, no me alarmé, simplemente estaba en éxtasis y en profundo silencio, percibí los árboles como largos bastones de luz que se movían de arriba a abajo, como dando tumbos y los sonidos eran entremezclados, de pájaros y tamtanes, poco a poco, ví líneas de colores entrecruzándose, las rocas formando bolas de luz, el arroyo ondulando con una luz blanquecina como lechosa.

Quedé tan profundamente exhausto, que cuando llegamos a un lugar alto, Pepe se tumbó con su escopeta, para sorprender a las bandadas de pajaros y yo me tendí cerca suyo, cerré mis ojos y caí en un sueño profundo, mis amigos no me quisieron despertar, me dejaron tranquilo y el sol calentándome, acabó por despertarme y salir de ese mágico estado, cuando Pepe y Ricardo comenzaron a hablar entre sí. Pepe no cazó ni un solo pájaro y decidimos regresar. A ninguno de ellos le conté nada de lo que viví en esa mañana.

Y así fue, la primera vez que percibí la energía tal y como fluye por el universo, no es posible dar una explicación coherente con palabras, porque todo es profundamente cambiante, aunque hay algunas cosas que más o menos, permanecen.

Los árboles son seres vivos y su energía es más compleja que otras energías como la que ví en unas rocas.

I. ENERGÍA DE LOS CAMPOS IMPROPIOS

Las experiencias se repitieron en el tiempo y al ver la gran diferencia entre las energías que percibía cuando percibía a un ser humano y las energía que percibía con otras cosas, definí como propio, el campo humano y como impropio, todo lo demás.

Ahora voy a tratar de describir lo que percibía energéticamente en esa primera experiencia que fue enriqueciéndose con más experiencias venideras en mis paseos al campo.

Las rocas eran bolas de luz de las que salen como espículas pequeñas, parecían erizos de mar, su color cambiaba de blanquecino a amarillento, de amarillento a rojo y de rojo a marrón, su estructura no era estable, sino que ondulaba toda su superficie llena de espinas de luz muy cortas, habían haces de luces entre rocas, las piedras del suelo formaban pequeñas esferas muy brillantes, yo las denominé: NÓDULOS.

Entre nódulo y nódulo, a veces surgían unas ondas que daban lugar a líneas de luz definida, yo lo denominé: RAYAS.

El suelo tenía una textura preciosa como diamantina formando ondulaciones todo el tiempo y su color principal es blanco con tendencia a ser morado o anaranjado.

Las plantas tienen una estructura en forma de BASTÓN, las hay de muchas clases, los árboles por ejemplo, tienen bastones más largos y gruesos que el propio árbol, además, tienen un movimiento de zumbido en dirección vertical arriba-abajo, se les escucha como un latido de tambor, están sincronizados si todos forman parte de un mismo bosque, cuando hay separación entre grupos de árboles, la sincronización no se produce, y el sonido que se percibe es un ruido como industrial, pues cada uno late a diferente velocidad. 

Los matorrales no llegan a moverse, sino que pulsan ondas de luz en diversos colores, emitiendo energía hacia el exterior, pero no lo hacen de una manera ni regular ni sincrónica, sino como si fuesen llamaradas. Los matorrales tienen una envolvente en forma de bastón, pero acostado, con diversos montículos internos que diferencian ciertas partes de una misma planta (ramajes) u otras plantas, bajo ese manto global de energía. Suelen presentar colores amarillentos, anaranjados y rojizos.

Las raices de las plantas son como tubulares que crean una especie de red neuronal bajo la textura del suelo, donde se notan el paso de ondas de luz de mayor intensidad atravesando esos túbulos de diferente calibre.

Esto fue lo que me hizo comprender que un monte y toda la cubierta vegetal, son una misma entidad energética. Pues el suelo quedaba integrado en la estructura global del bosque, también hay rocas que intercambian ondas de luz con plantas.

Todo es demasiado difícil de explicar y es realmente, mucho más complejo que como aquí lo he explicado.

Pero lo que me llegó a fascinar en una ocasión, es que con 19 años de edad, toqué una roca que me gustaba, era de un tamaño descomunal, casi 5 metros de altura y comencé a percibirla como energía, mis fibras energéticas penetraron en su interior y comencé a sentir experiencias de otras personas que habían pasado por ese lugar, me dí cuenta, que nosotros, los seres humanos, vamos dejando nuestra energía, nuestros pensamientos, plasmados en las rocas por las que pisamos, tocamos o pasamos cerca, a estas energía las denominé: TRAZAS.

Y las rocas actúan como una especie de banco de datos donde quedan almacenadas experiencias sensibles y emocionales de las personas, uno puede llegar a reproducir en sí mismo esas experiencias que otro ser humano sintió en un lejano pasado.

Cuando caminaba por el Monte de San Antón y nos daba la noche a mi amigo Sergio y a mí, viendo las primeras estrellas, la luz tibia de la Luna iluminaba los caminos del monte y comencé a sentir destellos de luz en puntos cercanos y lejanos a nuestro camino, todos eran los NÓDULOS, rocas y piedras que emiten luz y ondas y son más fáciles de percibir durante la oscuridad de la noche. Enseñé a Sergio mediante prácticas de meditación silenciosa que aprendí a manejar en un curso de yoga que hacía por entonces, tenía 18 años, Sergio es mayor que yo, él tenía 20, entonces tras mucha paciencia e intentos, Sergio comenzó a compartir conmigo la visualización de nódulos en los montes por donde solíamos caminar al anochecer.

Cambiando nuestra percepción y viendo la energía tal y como fluye en el universo, observamos habitualmente una estructura primaria: una envolvente, que es un entramado de finas líneas de luz entrelazadas a modo de fibras, no es estable, siempre está en movimiento, fijándonos un poco más, hay pequeños microvórtices en su estructura profunda, hendiduras e irregularidades.

La estructura secundaria son los canales, de manera horizontal se observan una serie de anillos, siendo los más nítidos y compactos, los cinco primordiales, que desde abajo hasta arriba son:

a) Swadhistana rink [SWR] es un anillo que tiene una cromaticidad dorada variable, es lento, el más lento de todo el sistema y se encuentra sobre la superficie de la envolvente o ligeramente por debajo, a la altura de entre el ombligo y la zona púbica, está comandado por el chakra Swadhistana, que varía su posición en función del género, si es hombre está posicionado inferiormente a la posición habitual en las mujeres, que lo tienen a la altura de sus ovarios, mientras que los hombres lo tienen a la altura de la vejiga.

b) Manipura rink [PS0este anillo pasa por el centro del estómago, es como un pequeño Sol que irradia una luz amarillenta a todo el sistema del Plexo Solar y está comandado por el chakra Manipura. Es el centro energético alimentador del sistema SWR-PS de los tres anillos inferiores.

c) Anahata rink [PS1] este anillo es verdoso pero cambia mucho sus tonos a anaranjado, rosado e incluso violáceo, dependiendo de su estado energético, es tan inestable como SWR, las emociones psicológicas de la persona afectan profundamente a ambos anillos, gira a mayor velocidad y forma un sistema completo con los anteriores anillos.

d) Vishudha rink [HTY3] este anillo se encuentra en la garganta y comanda el chakra Vishudha, responsable del lenguaje humano y la comunicación, así como la sociabilidad, por lo que tiene una relación intensa con PS1, su coloración varía desde un precioso turquesa a azules violáceos y hasta rojizos. Fue el primer anillo que percibí por primera vez y el que más me ha llamado la atención, pues las personas cuando hablan hacen modificar la forma del anillo emitiendo ondas, algo que salvo PS1 raramente sucede.

e)   Ajña rink [HTY2este anillo está en la frente y es comandado por el chakra Ajña del entrecejo o tercer ojo, es más pequeño y está más próximo al centro geométrico del cuerpo humano que ningún otro, gira a una tremenda velocidad y su color varía entre azules intensos y violetas, es muy delgado.

La estructura terciaria son por un lado, los cuencos y por otro el canal central.

El ser humano tiene dos cuencos que miran hacia arriba, su estructura geométrica es parecida a una vasija, es una sección de ovoide, el inferior es la base de la columna vertebral y el superior es supracoronal, en contacto con el cráneo en su parte superior como si fuese un tocado.

a) Cuenco basal [K] o Cuenco del Kundalini es una región donde se acumula la energía telúrica que es absorbida a través de las fibras de nuestras extremidades y queda aquí acumulada, esta energía asciende de manera natural para alimentar nuestro cuerpo energético, pero no se toma directamente, sino que es transformada en el canal central y a través de los chakras.

b) Cuenco superior [HTY0] Estructura del Tetragrammaton, para mí es, la estructura energética más compleja y a la vez, la más aterradora que el ser humano posee. En ella tuve la mala fortuna de observar por primera vez en mi vida a un ser inorgánico y depredador, el llamado, foráneo que está anidando en una estructura geométrica compacta [EEC] con forma de icosaedro, dodecaedro, cubo, esfera, etc. que lo mantiene sobre el cuenco superior con una cápsida externa, es una estructura extraordinariamente similar a la que pueden tener algunos tipos de virus. A partir del cuenco superior obtenemos una mínima parte de la energía cósmica o Prana, porque el resto lo consume el foráneo y comemos sus sobras.

Ambos cuencos están interconectados a través del Cuantificador Central [CC] que pasa por el interior de la columna vertebral hasta llegar al cráneo desde donde se redistribuye toda la energía del ser humano, tiene dos corrientes primordiales, desde la Tierra hasta nosotros a través de las piernas, manos y trasero, la energía telúrica que es de color rojo y se acumula lentamente en el cuenco basal [K], en el proceso acumulativo va ascendiendo lentamente por el [CC] en la corriente de Ida. Desde un lugar superior a nuestra cabeza, se encuentra el cuenco superior [HTY0] que capta como el que capta agua de la lluvia, las energías cósmicas o prana, esta energía es de color blanco y a veces, luce en amarillento, queda acumulada aquí y poco a poco va descendiendo hasta las glándulas centrales del cerebro (pituitaria) donde se encuentra con la corriente Ida, ambas energías, telúrica y cósmica cambian a un intenso color azul y ahora es el soma, es decir, la energía vital de los cuerpos (físico, mental, emocional, causal, astral) que desciende a través de la corriente Pingala. Las corrientes Ida y Pingala parten de los orificios nasales y formando ochos, están unidas al shushumna [CC], desde aquí, hay unos radios que se alimentan de la energía del soma, los radios principales corresponden a los chakras del cuerpo, ya descritos anteriormente como estructura secundaria, continuando con esta estructura, tenemos que en la columna central hay un canal de energía tanto ascendente (Ida, color blanco), como descendente (Pingala, color dorado amarillo), así, como permanente, son tres grandes tubos de luz, uno es central y se corresponde con la médula espinal, los otros dos, oscilan como un caduceo y van de chakra en chakra curvándose en torno al tubo central (Shushumna) que es de color blanquecino muy intenso y que conecta los cuencos del kundalini y del tetragrammaton (inferior y superior respectivamente) donde hay un anillo de energía asociado y pegado al borde del cuenco de color rojo intenso, la energía acumulada en el Kundalini puede ascender a través del canal Shushumna directamente, enrojeciéndolo todo o bien a través de los canales Ida y Pingala que son los que tienen forma de serpiente caducea, Ida es blanca y Pingala es amarilla, Ida es ascendente y Pingala descendente, conectan con el cuenco superior, sobre la coronilla del chakra Sahasrara, es la Instalación foránea de la que habla don Juan, sobre ésta hay una subcubierta con una estructura geométrica compacta y dentro de ella, vive un ser inorgánico o predador que nos comanda por completo, a esta región la denomino HTYEstructura del Tetragrammaton y consiste en muchas estructuras interconectadas. En este lugar, al que yo denomino como región del Cuantificador Central [CC] es donde se debaten y transforman la diversas energías y sus modalidades. Shushumna [CC0tiene la energía que hace que el ser humano exista y se mantenga, es la sustentadora, su energía blanca procede de Ajña y parte del cuenco HTY0.

NOTA FINAL: Me pongo en tu lugar, estimado lector, y entiendo tu postura. Sé que te cuestionas qué sentido tiene conocer esta descripción sobre la energía sutil del cuerpo humano si no puedes percibirla. Bueno, yo aquí no trato de convencerte de un mito ni nada similar, hubo mucho tiempo antes de 1982 en el que yo no tuve capacidad para visionar, pero una vez que vino a mí, de manera no buscada, me encuentro con un universo totalmente extraño y sin tener a mi lado, alguien que me pueda explicar algo. Esto ha sido escrito para todo lector, pero principalmente por si hay alguien que le haya pasado o le vaya a pasar lo mismo que a mí, que un día, se levante de buena mañana y empiece a ver objetos de luz y cosas extrañas e incomprensibles de un universo, que al parecer, es el verdadero, es la base del universo percibido que es una emulación, lo que los hindúes llaman, maya.

Quería hacer un inciso sobre la percepción de colores en el mundo acrecentado, no es como nos sucede en el mundo cotidiano, sabemos que algo es rojo, amarillo, verde... y no sabemos ni por qué, simplemente, lo percibimos en ese color. En el mundo de la energía libre tal y como es en realidad, los colores son sensaciones, es decir, algo te hace sentir físicamente que es de color rojo, verde, amarillo... pero no es que en realidad lo sea, son sensaciones físicas, emocionales, psicológicas.






[5] LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN. Noviembre de 1961. EL HUMITO COMO ALIADO

 


Jueves, 23 de noviembre de 1961 

Al llegar en el auto, no vi a don Juan sentado en su zaguán. Eso me pareció extraño. Lo llamé en voz alta y su nuera salió de la casa. 

-Está adentro -dijo. Resultó que don Juan se había dislocado el tobillo varias semanas antes. Había hecho su propio enyesado remojando tiras de tela en una papilla de cacto y hueso molido. Las tiras, atadas estrechamente en torno del tobillo, habían formado al secarse un molde ligero, ajustado. Tenía la dureza del yeso, pero no su amplitud de volumen. 

-¿Cómo pasó? -pregunté. La nuera, una yucateca, que lo estaba atendiendo, me contestó

-Fue un accidente. ¡Se cayó y casi se rompe el pie! 

Don Juan rió y esperó que la mujer saliera de la casa antes de responder. 

-¡Qué accidente ni qué nada! Tengo cerca una enemiga. ¡La Catalina! Me empujó en un momento de debilidad y yo caí. 

-¿Por qué hizo eso ella? -Porque quería matarme, por eso. 

-¿Estuvo aquí con usted? 

-¡Sí! -¿Por qué la dejó entrar? 

-Yo no la dejé. Ella entró volando

-¡Cómo dice! -Es chanate. Y muy buena para eso. Me cogió desprevenido. Ha estado tratando de acabarme desde hace mucho. Esta vez anduvo muy cerca. 

-¿Dijo usted que es un chanate? digo, ¿es la Catalina un pájaro? 

-Ahí vas otra vez con tus preguntas. ¡Es un chanate! Igual que yo soy un cuervo. ¿Soy un hombre o un pájaro? Soy un hombre que sabe cómo volverse pájaro. 

Pero hablando otra vez de la Catalina: ¡es una bruja del demonio! Su intención de matarme es tan fuerte que a duras penas logré quitármela de encima. 

El chanate se metió hasta mi casa y no pude detenerlo. 

-¿Puede usted convertirse en pájaro, don Juan? 

-¡Sí! Pero eso es algo que veremos después. 

-¿Por qué quiere matarlo? 

-Oh, hay un viejo problema entre nosotros. Se pasó de la raya, y ahora parece que tendré que acabar con ella antes de que ella acabe conmigo. 

-¿Va usted a usar brujería? -pregunté con gran expectación. 

-No seas tonto. Ninguna brujería trabajaría contra ella. ¡Tengo otros planes! Algún día te los diré. 

-¿Puede su aliado protegerlo de ella? 

-¡No! El humito nada más me dice qué hacer. Luego yo debo protegerme solo. 

-¿Y Mescalito? ¿Puede protegerlo de ella? 

-¡No! Mescalito es un maestro, no un poder que se use por motivos personales. 

-¿Y la yerba del diablo

-Ya te dije que debo protegerme solo, siguiendo las indicaciones de mi aliado el humito. Y hasta donde yo sé, el humito puede hacer cualquier cosa. Si quieres saber de lo que sea, el humo te dice. Y no sólo te da conocimiento, sino también los medios para proseguir. Es el aliado más maravilloso que un hombre pueda tener. 

-¿Es el humito el mejor aliado posible para todo el mundo? -Todos nosotros no somos iguales. Muchos le tienen miedo y no lo tocan, ni siquiera se le acercan. El humito es como todo lo demás; no se hizo para todos nosotros. 

-¿Qué clase de humo es, don Juan? 

-¡El humo de los adivinos! había en su voz una reverencia perceptible; un estado de ánimo que yo nunca había notado anteriormente. Empezaré por decirte exactamente lo que me dijo mi benefactor cuando empezó a enseñarme acerca de él. Aunque en ese entonces, igual que tú ahora, yo no tenía modo de entender. "La yerba del diablo es para los que quieren poder. El humito es para los que quieren observar y ver." 

Y en mi opinión, el humito no tiene rival, Una vez que un hombre entra en su campo, todos los otros poderes están a su disposición. ¡Es magnífico! Y por supuesto, requiere una vida entera. 

Años nada más para familiarizarse con sus dos partes vitales: la pipa y la mezcla de fumar. La pipa me la dio mi benefactor, y después de tantos años de acariciarla se ha vuelto mía. Se ha hecho a mis manos. Pasarla a tus manos, por ejemplo, será una verdadera faena para mí, y una gran hazaña para ti, ¡si salimos con bien! 

La pipa sentirá la tensión de que alguien más la manosee, y si alguno de nosotros comete un error no habrá manera de evitar que la pipa se parta sola por su propia fuerza o se escape de nuestras manos para romperse, aunque se caiga en un montón de paja. Si eso llega a suceder, será el fin de los dos. Sobre todo el mío. El humito se volvería contra mí en formas increíbles. 

-¿Cómo podría volverse contra usted si es su aliado? 

Mi pregunta pareció alterar el curso de sus pensamientos. Pasó largo rato sin hablar. 

-La dificultad de los ingredientes -prosiguió de súbito- hace a la mezcla de fumar una de las sustancias más peligrosas que conozco. Nadie puede prepararla sin que le enseñen. ¡Es veneno mortal para cualquiera que no sea el protegido del humito! La pipa y la mezcla deben tratarse con extremo cuidado. Y el hombre que trata de aprender debe prepararse llevando una vida dura, tranquila. Los efectos son tan terribles que sólo un hombre fuerte puede soportar la más pequeña fumada. Al principio todo es aterrador y confuso, pero cada fumada define más las cosas. ¡Y de pronto el mundo se abre de nuevo! ¡Increíble! Cuando esto sucede, el humito se ha hecho aliado de uno y le resolverá cualquier problema permitiéndole entrar en mundos inconcebibles. "Esta es la mayor propiedad del humito, su mayor don. Y lleva a cabo su función sin dañar en lo más mínimo. ¡Yo llamo al humito un verdadero aliado!".

Como de costumbre, estábamos sentados frente a su casa, donde el suelo de tierra está siempre limpio y bien apisonado. Don Juan se levantó de pronto y entró en la casa. Tras unos momentos regresó con un bulto angosto y volvió a sentarse. 

-Esta es mi pipa -dijo. Se inclinó hacia mí para mostrarme una pipa que sacó de una funda de lienzo verde

Medía de unos veintidós o veinticinco centímetros. El tallo era de madera rojiza, sencillo, sin ornamentación. El cuenco parecía también de madera, y era un poco voluminoso en comparación con el delgado tallo. Tenía un acabado pulido y era de color gris oscuro, casi del color del carbón. 

Don Juan sostuvo la pipa frente a mi cara, pensé que me la estaba entregando. Alargué la mano para tomarla, pero él la apartó rápidamente.

-Esta pipa me la dio mi benefactor -dijo-. A su tiempo yo te la pasaré a ti. Pero primero debes conocerla. Cada vez que vengas te la daré. Empieza por tocarla. Agárrala un rato muy corto, al principio, hasta que tú y la pipa se acostumbren el uno al otro. Luego métela en tu bolsa, o acaso en tu camisa. Y finalmente póntela en la boca. Todo esto se hace poco a poco, despacio y con tiento. Cuando la amistad está hecha, fumas en ella. Si sigues mi consejo y no te apuras, a lo mejor el humito se hace también tu aliado preferido. 

Me entregó la pipa, pero sin soltarla. Alargué hacia ella el brazo derecho. 

-Con las dos manos -dijo él. Toqué la pipa con ambas manos durante un momento muy breve. No me la acercó lo suficiente para asirla, sino sólo lo bastante para tocarla, luego la apartó.

-El primer paso es que la pipa te guste. ¡Eso lleva tiempo! 

-¿Puedo yo disgustar, a la pipa, don Juan? 

-No. No puedes disgustarle, pero debes aprender a que te guste para que, cuando te llegue la hora de fumar, la pipa te ayude a no tener miedo. 

-¿Qué fuma usted, don Juan? 

-¡Esto! Abrió el cuello de su camisa dejando ver una bolsita que llevaba colgada como un medallón. La sacó, la desató, y con mucho cuidado virtió parte del contenido en la palma de su mano. Hasta donde pude ver, la mezcla parecía hojas de té finamente deshebradas cuyo color variaba del café oscuro al verde claro, con unas cuantas pizcas de amarillo brillante. 

Reintegró la mezcla a la bolsa, cerró la bolsa, la ató con una tirilla de cuero y la puso nuevamente bajo su camisa. 

-¿Qué clase de mezcla es? 

-Lleva muchas cosas. Conseguir todos los ingredientes es empresa muy difícil. Hay que viajar lejos. Los honguitos que se necesitan para preparar la mezcla crecen sólo en ciertas épocas del año, y sólo en ciertos sitios. 

-¿Tiene usted una mezcla diferente para cada tipo de ayuda que necesita? 

-¡No! Sólo hay un humito, y no hay otro como él. Señaló la bolsa colgada contra su pecho y alzó la pipa que descansaba entre sus piernas. 

-¡Estas dos son una! Una no puede ir sin la otra. Esta pipa y el secreto de esta mezcla pertenecían a mi benefactor. A él se los entregaron en la misma forma en que mi benefactor me los dio a mi. Aunque la mezcla es difícil de preparar, uno puede volver a abastecerse. El secreto está en los ingredientes, y en la manera como se tratan y se mezclan. En cambio, la pipa es para toda la vida. Debe tratársela con cuidado infinito. Es resistente y fuerte, pero nunca hay que golpearla ni hacerla rodar de aquí para allá. Hay que manejarla con las manos secas, nunca cuando las manos están sudadas, y nada más debe usarse cuando se esté a solas. Y nadie, absolutamente nadie debe verla nunca, a menos que uno quiera dársela a alguien. Así me enseñó mi benefactor, y así he tratado a la pipa toda mi vida. 

-¿Qué pasaría si usted perdiera o rompiera la pipa? 

Meneó la cabeza, muy lentamente, y me miró. 

-¡Me moriría! -¿Son como la suya todas las pipas de los brujos? 

-No todos tienen pipas como la mía. Pero conozco algunos que sí. 

-¿Puede usted mismo hacer una pipa como ésta, don Juan? -insistí-. 

Suponga que no la tuviera: ¿cómo podría darme una si quisiera? -

-Si no tuviera la pipa, no podría ni querría darla. Te daría cualquier otra cosa. 

Parecía algo hosco conmigo. Metió con mucho cuidado la pipa en la funda, que debía de estar forrada de algún material suave, pues la pipa, que encajaba con justeza, se deslizó fácilmente al interior. 

Don Juan entró en la casa para guardar su pipa. 

-¿Está usted enojado conmigo, don Juan? -le pregunté cuando volvió. Pareció sorprenderse de mi pregunta. 

-¡No! ¡Nunca me enojo con nadie! Ningún ser humano puede hacer nada lo bastante importante para enojarme. Uno se enoja con la gente cuando siente que sus actos son importantes. Yo ya no siento eso. 




[4] LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN. Septiembre de 1961. DOMANDO LA YERBA DEL DIABLO


 Domingo, 3 de septiembre de 1961 


Hoy en la tarde don Juan recogió del campo dos plantas Datura. Inesperadamente trajo a colación el terna de la yerba del diablo, y luego me pidió acompañarlo a los cerros a buscar una. 

Fuimos en coche hasta las montañas cercanas. Saqué de la cajuela una pala y nos adentramos por una de las cañadas. Caminamos bastante rato, vadeando el chaparral que crecía denso en la tierra suave, arenosa. 

Don Juan se detuvo junto a una planta pequeña con hojas de color verde oscuro y flores grandes, blancuzcas, acampanadas. 

-Esta -dijo. Inmediatamente empezó a cavar. Traté de ayudarlo, pero él me rechazó con una vigorosa sacudida de cabeza y siguió cavando un hoyo circular en torno a la planta: un hoyo de forma cónica, hondo hacia el borde exterior, con un montículo en el centro del círculo. 

Dejando de cavar, se arrodilló cerca del tallo y limpió con los dedos la tierra suave en torno, descubriendo unos diez centímetros de una raíz grande, tuberosa, bifurcada, cuyo grosor contrastaba marcadamente con el del tallo, que parecía frágil por comparación. 

Don Juan me miró y dijo que la planta era "macho" porque la raíz se bifurcaba desde el punto exacto en que se unía al tallo. Luego se levantó y echó a andar buscando algo. 

-¿Qué busca usted, don Juan? -Quiero hallar un palo. Empecé a mirar en torno, pero él me detuvo. 

-¡Tú no! Tú siéntate allí -señaló unas rocas como a seis metros de distancia-. Yo lo encontraré. 

Volvió tras un rato con una rama larga y seca. Usándola a manera de coa, aflojó cuidadosamente la tierra a lo largo de los dos ramales divergentes de la raíz. Limpió en torno a ellos hasta una profundidad aproximada de medio metro. Cuanto más ahondaba, más apretada estaba la tierra, hasta el punto de ser prácticamente impenetrable a la vara. 

Dejó de cavar y se sentó a recobrar el aliento. Me senté junto a él. Pasamos largo rato sin hablar. 

-¿Por qué no la saca usted con la pala? -pregunté. 

-Podría cortar y dañar a la planta. Tuve que conseguirme un palo de este sitio para que así, en caso de pegarle a la raíz, el daño no fuera tanto como el que haría una pala o un objeto extraño. 

-¿Qué clase de palo trajo usted? 

-Cualquier rama seca de paloverde es buena. Si no hay ramas secas, tienes que cortar una fresca. 

-¿Pueden usarse las ramas de cualquier otro árbol? 

-Ya te dije: sólo de paloverde y de ningún otro.

-¿Por qué, don Juan? -Porque la yerba del diablo tiene muy pocos amigos, y el paloverde es el único árbol de por aquí que se lleva bien con ella: lo único que prende. Si dañas la raíz con una pala, no crecerá cuando la vuelvas a plantar, pero si la lastimas con un palo de ésos, lo más probable es que ni lo sienta. 

-¿Qué va usted a hacer ahora con la raíz? 

-Voy a cortarla. Debes dejarme. Vete a buscar otra planta y espera que te llame. 

-¿No quiere que lo ayude? 

-¡Sólo puedes ayudarme si te lo pido! 

Alejándome, empecé a buscar otra planta, combatiendo el fuerte deseo de rondar a hurtadillas y observar a don Juan. Tras un rato se me unió. 

-Ahora vamos a buscar la hembra -dijo. 

-¿Cómo los distingue usted? -La hembra es más alta y crece por encima del suelo, así que realmente parece un arbolito. El macho es grande y se extiende cerca del suelo y más parece un matorral espeso. Cuando saquemos a la hembra verás que la raíz se hunde por un buen trecho antes de hacerse horcón. El macho, en cambio, tiene el horcón de la raíz pegada al tallo. 

Buscamos juntos por el campo de daturas. Luego, señalando una planta, dijo: "Esa es hembra." Y procedió a cavar en torno de ella como había hecho antes. Apenas descubrió la raíz pude ver que ésta se ajustaba a su predicción. 


Flor de Toloache (Datura Stramonium)

Lo dejé nuevamente cuando se disponía a cortarla. 

Al llegar a su casa, abrió el bulto donde había puesto las daturas. Sacó primero la más grande, el macho, y la lavó en una amplia bandeja de metal. Limpió cuidadosamente toda la tierra de la raíz, el tallo y las hojas. 



Después de esa limpieza minuciosa, separó el tallo de la raíz haciendo una incisión superficial en torno a su juntura con un cuchillo corto y serrado, y quebrando la planta por allí. 

Tomó el tallo y separó cada una de sus partes haciendo montones individuales con las hojas, las flores y las espinosas vainas de semilla. 

Tiró cuanto estaba seco o comido de gusanos, y conservó sólo las partes intactas. 

Unió ambos ramales de la raíz atándolos con dos trozos de cordel, los quebró por la mitad tras hacer un corte superficial en la juntura, y obtuvo dos pedazos de raíz de igual tamaño.

Luego tomó un trozo de arpillera áspera y colocó en él los dos pedazos de raíz atados; encima puso las hojas en un montón ordenado, luego las flores, las vainas y el tallo. 

Dobló la arpillera e hizo un nudo con las puntas. Repitió exactamente los mismos pasos con la otra planta, la hembra, sólo que al llegar a la raíz, en vez de cortarla, dejó intacta la horqueta, como una letra Y invertida. 

Luego puso todos los pedazos en otro bulto de tela. Cuando terminó, ya había oscurecido.

Miércoles, 6 de septiembre de 1961 

Hoy, al atardecer, volvimos al tema de la yerba del diablo. 

-Creo que deberíamos empezar otra vez con esa planta -dijo de pronto don Juan. 

Tras un silencio cortés pregunté: -¿Qué va usted a hacer con las plantas? 

-Las plantas que saqué y corté son mías -dijo-. Es como si fueran yo mismo; con ellas voy a enseñarte la manera de domar a la yerba del diablo. 

-¿Cómo lo hará usted? 

-La yerba del diablo se divide en partes. Cada parte es distinta; cada una tiene su propósito y su servicio únicos. 

Abrió la mano izquierda y midió sobre el piso desde la punta del pulgar hasta la del dedo anular. 

-Esta es mi parte. Tú medirás la tuya con tu propia mano. 

Ahora bien, para establecer dominio sobre la yerba del diablo, debes empezar por tomar la primera parte de la raíz. Pero como yo te he traído con ella, debes tomar la primera parte de la raíz de mi planta. Yo la he medido por ti, de modo que en realidad es mi parte la que debes tomar al principio. 

Entró en la casa y sacó uno de los bultos de arpillera. Se sentó y lo abrió. Advertí que era la planta macho. También noté que sólo había un pedazo de raíz. 

Don Juan tomó el trozo restante de los dos originales y lo sostuvo frente a mi cara, 

-Esta es mi primera parte -dijo-. Yo te la doy. Yo mismo la he cortado para ti. La he medido como mía; ahora te la doy. 

Por un instante, se me ocurrió que debería masticar la raíz como una zanahoria, pero él la metió en una bolsita blanca de algodón. Fue a la parte trasera de la casa. Allí tomó asiento en el piso, cruzando las piernas, y con una "mano" redonda empezó a macerar la raíz dentro de la bolsa. 

Trabajaba sobre una piedra lisa que servía de mortero. De vez en vez lavaba las dos piedras, conservando el agua en un pequeño recipiente plano, labrado en un trozo de madera.

Al golpear cantaba, en forma muy suave y monótona, una cantilena ininteligible. Cuando hubo convertido la raíz en una pulpa blanda dentro de la bolsa, la colocó en el recipiente de madera. 

Volvió a meter allí el metate y la mano, llenó de agua la palangana y después la llevó a una especie de bebedero rectangular para cerdos colocado contra la cerca trasera. Dijo que la raíz debía remojarse toda la noche y tenia que dejarse afuera de la casa para que recibiera el sereno

-Si mañana es día de sol y calor, será muy buena señal.


Jueves , 7 de septiembre, 1961 

Amaneció un día muy claro y caluroso. Don Juan parecía muy complacido con el buen augurio y repitió varias veces que probablemente yo le había caído bien a la yerba del diablo. 

La raíz se había remojado toda la noche, y a eso de las 10 fuimos detrás de la casa. Él sacó la palangana de la artesa, la puso en el suelo y se sentó al lado. Tomó la bolsa y la frotó contra el fondo. La alzó unos centímetros por encima del agua y la exprimió, para luego dejarla caer. 

Repitió los mismos pasos tres veces más; luego desechó la bolsa, tirándola en la artesa, y dejó la palangana bajo el sol ardiente. 

Regresamos dos horas después. Don Juan sacó una tetera de tamaño mediano, con agua amarillenta hirviendo. 

Ladeó la palangana con mucho tiento y vació el agua de encima, conservando el sedimento espeso acumulado en el fondo. Vació el agua hirviendo sobre el sedimento y dejó nuevamente la palangana en el sol. 

Esta secuencia se repitió tres veces a intervalos de más de una hora. Finalmente, vació casi toda el agua de la palangana, inclinó ésta a modo de que recibiera el sol del atardecer, y la dejó. 

Cuando regresamos horas después, estaba oscuro. En el fondo de la palangana había una capa de sustancia gomosa. Parecía almidón a medio cocer, blancuzco o gris claro. Había quizá toda una cucharada cafetera de esa sustancia. 

Don Juan llevó la palangana a la casa, y mientras él ponía agua a hervir, yo quité trozos de tierra que el viento había echado en el sedimento. Se rió de mí. 

-Ese poquito de tierra no le hace daño a nadie. Cuando el agua hervía, virtió poco más o menos una taza en la palangana. Era la misma agua amarillenta usada antes. Disolvió el sedimento formando una especie de sustancia lechosa. 

-¿Qué clase de agua es ésa, don Juan? 

-Agua de flores y frutas de la cañada. 

Vació el contenido de la palangana en un viejo jarro de barro que parecía florero. Todavía estaba. muy caliente, de modo que sopló para enfriarlo. 

Tomó un sorbo y me pasó el jarro, 

-¡Bebe ya! -dijo. 

Lo tomé automáticamente, y sin deliberación bebí toda el agua. Era un poco amarga, aunque su amargor era apenas perceptible. Lo que resaltaba mucho era el olor acre del agua. Olía a cucarachas. Casi inmediatamente empecé a sudar. Me dio mucho calor y la sangre se me agolpó en las orejas. 

Vi una mancha roja delante de mis ojos, y los músculos de mi estómago empezaron a contraerse en dolorosos retortijones. Tras un rato, aunque ya no sentía dolor, empecé a enfriarme; el sudor literalmente me empapaba.

Don Juan me preguntó si veía negrura o manchas negras frente a mis ojos. Le dije que lo veía todo rojo, mis dientes castañeteaban a causa de un nerviosismo incontrolable que me llegaba en oleadas, como irradiando del centro de mi pecho. 

Luego me preguntó si tenía miedo. No encontraba yo sentido a sus preguntas. Le dije que obviamente tenía miedo, pero él me preguntó nuevamente si tenía miedo de ella. 

No comprendí a qué se refería y dije que sí. El rió y dijo que yo no tenía miedo en realidad. Me preguntó si seguía viendo rojo. Todo lo que yo veía era una enorme mancha roja frente a mis ojos. 

Tras un rato me sentí mejor. Gradualmente desaparecieron los espasmos nerviosos, dejando sólo un cansancio doliente, agradable, y un intenso deseo de dormir. 

No podía tener los ojos abiertos, aunque aún oía la voz de don Juan. Me dormí. Pero la sensación de estar sumergido en un rojo profundo persistió toda la noche. Incluso soñé en rojo. 

Desperté el sábado, alrededor de las 3 de la tarde, había dormido casi dos días. Tenía una leve jaqueca y el estómago revuelto, y dolores intermitentes, muy agudos, en los intestinos. 

A excepción de eso, todo era como un despertar ordinario. Encontré a don Juan dormitando frente a su casa. Me sonrió. 

-Todo salió muy bien la otra noche -dijo-. Viste rojo y eso es todo lo que importa. 

-¿Qué habría pasado si no hubiera visto rojo? 

-Habrías visto negro, y eso es mala señal. 

-¿Por qué es mala? 

-Cuando un hombre ve negro, quiere decir que no está hecho para la yerba del diablo, y vomita las entrañas, todas verdes y negras. 

-¿Y se muere? -No creo que nadie muera de esto, pero sí se puede enfermar por mucho tiempo.

-¿Qué les pasa a quienes ven rojo? 

-No vomitan, y la raíz les produce un efecto de placer, lo cual significa que son fuertes y de naturaleza violenta: eso le gusta a la yerba. Así es como incita. Lo único malo es que los hombres terminan siendo esclavos suyos a cambio del poder que les da. Pero sobre esas cosas no tenemos control. El hombre vive sólo para aprender. Y si aprende es porque ésa es la naturaleza de su suerte, para bien o para mal. 

-¿Qué debo hacer luego, don Juan? 

-Luego debes plantar un brote que he cortado de la otra mitad de la primera parte de raíz. Tú la otra noche tomaste la mitad, y ahora hay que meter en la tierra la otra mitad. 

Tiene que crecer y dar semilla antes de que puedas emprender la verdadera tarea de domar a la planta. 

-¿Cómo la domaré? 

-La yerba del diablo se doma por la raíz. Paso a paso, debes aprender los secretos de cada parte de la raíz. Debes tomarlas para aprender los secretos y conquistar el poder. 

-¿Se preparan las distintas partes en la misma forma en que usted preparó la primera? -No, cada parte es distinta. 

-¿Cuáles son los efectos específicos de cada parte? 

-Ya te dije: cada una enseña una forma distinta de poder. Lo que tomaste la otra noche no es nada todavía. Cualquiera puede con eso. Pero sólo el brujo puede tomar las partes más hondas. No puedo decirte qué hacen porque todavía no sé si ella irá a tomarte. Hay que esperar. 

-¿Cuándo me dirá, entonces? 

-Cuando tu planta crezca y dé semilla. 

-Si cualquiera puede tomar la primera parte, ¿para qué se usa? 

-Diluida, es buena para todas las cosas de la hombría: gente vieja que ha perdido el vigor, o jóvenes que buscan aventuras, o hasta mujeres que quieren pasión. 

-Dijo usted que la raíz se usa sólo para el poder, pero veo que también se usa para otras cosas aparte del poder. ¿Estoy en lo cierto? 

Me miró durante un rato muy largo, con una mirada firme que me hizo sentir incómodo. Sentí que mi pregunta lo había enojado, pero no podía comprender por qué. 

-La yerba se usa sólo para el poder -dijo finalmente con tono seco, severo-. El hombre que quiere recobrar su vigor, la gente joven que busca soportar la fatiga y el hambre, el hombre que quiere matar a otro hombre, la mujer que quiere estar caliente: todos desean poder. ¡Y la yerba se lo da! ¿Sientes que la quieres? -preguntó tras una pausa. -

Siento un vigor extraño -dije, y era verdad. Lo había advertido al despertar y lo sentía entonces. Era una sensación muy peculiar de incomodidad, de amargura; todo mi cuerpo se movía y se estiraba con ligereza y fuerza inusitadas. 

Tenía comezón en los brazos y en las piernas. Mis hombros parecían henchirse; los músculos de mi espalda y de mi cuello me hacían sentir deseos de empujar árboles o frotarme contra ellos. 

Me sentía capaz de demoler un muro. No dijimos más. Estuvimos un rato sentados en el zaguán. Noté que don Juan se estaba quedando dormido; cabeceó un par de veces y luego, sencillamente, estiró las piernas, se acostó en el piso con las manos tras la cabeza y se durmió. 

Me levanté y fui detrás de la casa, donde quemé mi energía física extra limpiando la basura; don Juan, recordaba yo, había dicho que le gustaría que yo lo ayudase a limpiar detrás de su casa, más tarde, cuando él se despertó y vino al traspatio, yo me hallaba más relajado. 

Nos sentamos a comer, y durante la comida me preguntó tres veces cómo me sentía. Siendo una rareza, terminé por preguntar: -¿Por qué le preocupa cómo me siento, don Juan? ¿Espera que tenga una mala reacción por haber tomado el jugo? Rió. 

Pensé que se estaba portando como un niño travieso que ha armado una jugarreta e investiga los resultados de vez en cuando. 

Todavía riendo, dijo: -No pareces enfermo. Hace rato-hasta me hablaste mal. 

-No es cierto, don Juan -protesté-. No recuerdo haberle hablado nunca así. Tomé muy en serio ese punto porque no recordaba haberme sentido molesto con él. 

-Saliste en su defensa -dijo. 

-¿En defensa de quién? 

-Estabas defendiendo a la yerba del diablo. Ya parecías su amante. 

Yo iba a protestar aún más vigorosamente, pero me contuve. 

-De veras no me di cuenta de que estaba defendiéndola. 

-Claro que no. Ni siquiera te acuerdas de lo que dijiste, ¿verdad? 

-No, no me acuerdo. Tengo que admitirlo. 

-Ya ves. Así es la yerba del diablo. Se te cuela como una mujer. Ni siquiera te das cuenta. Todo lo que sabes es que te hace sentirte bien y con poder: los músculos se hinchan de vigor, los puños dan comezón, las plantas de. los pies arden por perseguir a alguien. 

Cuando un hombre la conoce es cuando de veras se llena de ansias. Mi benefactor decía que la yerba del diablo se queda con los hombres que quieren poder y se deshace de los que no pueden con ella. Pero el poder era más común entonces; se buscaba con más ganas. Mi benefactor era un hombre poderoso y, según lo que me dijo, su benefactor era todavía más dado a buscar poder. 

Pero en esos días había razón para ser poderoso. 

-¿Piensa usted que ya no hay razón para el poder en estos dias? 

-El poder está bien para ti, ahora. Eres joven. No eres indio. Acaso la yerba del diablo sea buena en tus manos. Parece que te gustó. Te hizo sentirte fuerte. Yo mismo sentí todo eso. Y sin embargo no me gustó. 

-¿Puede decirme por qué, don Juan? 

-¡No me gusta su poder! Ya no sirve de nada. 

En otros tiempos, como aquellos de los que mi benefactor me contaba, había razón para buscar poder. Los hombres realizaban hazañas fenomenales, eran admirados por su fuerza y temidos y respetados por su saber. 

Mi benefactor me contaba historias de hazañas verdaderamente fenomenales que se realizaron hace mucho, mucho. Pero ahora nosotros, los indios, ya no buscamos ese poder. Hoy en día, los indios usan la yerba para darse friegas. Usan las hojas y las flores para otras cosas; hasta dicen que les curan los granos. Pero no buscan su poder: un poder que actúa como un imán, más potente y más peligroso de manejar cuanto más se ahonda la raíz en la tierra. Cuando uno llega a los cuatro metros -dicen que algunos han llegado- encuentra el sitio del poder permanente, poder sin fin. Muy pocos seres humanos han hecho esto en el pasado, y nadie lo hace hoy.

Te lo digo, nosotros los indios ya no necesitamos el poder de la yerba del diablo. Creo que poco a poco hemos perdido el interés, y ahora el poder ya no importa. 

Yo mismo no lo busco, y sin embargo una vez, cuando tenía tu edad, también sentía por dentro su hinchazón. Me sentía como tú te sentiste hoy, sólo que quinientas veces más fuerte. 

Maté a un hombre con un solo golpe de mi brazo. Podía aventar peñascos, peñascos enormes que ni veinte hombres podían mover. Una vez salté tan alto que tronché las copas de los árboles más altos. 

¡Pero todo eso fue de balde! Lo único que hacía era asustar a los indios: nada más a los indios. Los demás, que no sabían nada de eso, no lo creían. 

Veían un indio loco, o bien algo que se movía en las copas de los árboles. 

Estuvimos callados largo tiempo. Yo necesitaba decir algo. 

-Era distinto cuando había gente en el mundo -prosiguió-, gente que sabia que, un hombre podía convertirse en león de montaña o en pájaro, o que un hombre podía volar así nomás. 

Por eso ya no uso la yerba del diablo. ¿Para qué? ¿Para asustar a los indios? Y lo vi triste, y una honda simpatía me llenó. 

Quise decirle algo, aunque fuera una perogrullada, 

-Tal vez, don Juan, ése sea el destino de todos los hombres que quieren saber. -Tal vez -dijo suavemente.







[1] CO-EVOLUCIÓN. El fascinante relato de Alec Newald, abducido y llevado a otro mundo. NOTA DE SU AUTOR

Este libro está disponible, sólamente en inglés y es por lo que he decidido publicarlo aquí en español para todos ustedes. Les ruego discreción porque tiene derechos de autor. Este libro: «COEVOLUTION» ha sido escrito por Alec Newald, un hombre neozelandés que a sus 35 años de edad mientras viajaba desde su pueblo Ratorua, en la Isla Norte de Nueva Zelanda, hacia Auckland, fue abducido y estuvo desaparecido durante 10 días.

NOTA DEL AUTOR, ALEC NEWALD



Me resulta bastante extraño que hayan pasado más de 36 años desde mi experiencia y 31 desde que envié el manuscrito original para su publicación, y aquí estoy, finalmente plasmando en papel el verdadero significado del título, Coevolución. Quizás esta sea la primera vez que reexamino todo el manuscrito desde la distancia y los eventos que en él se narran, sin la presión que aún me pesa. Espero ver el mundo y mis experiencias vitales con una perspectiva más amplia, en cierto modo, me distraje tanto al escribir la primera edición describiendo todo lo que sucedió, incluyendo lo que vi y experimenté, que olvidé resaltar el mensaje principal.

Durante esa experiencia, conocí a un grupo de personas que se habían perdido en el sentido más amplio de la palabra. ¡Parecía que me habían preparado desde antes de nacer para ayudarlos! Este es un aspecto incorporado al título CoEvolución, pero podría llamarse un acontecimiento localizado. ¿Qué tiene que ver esto con la raza humana?, se preguntarán.

Creo que estas personas se habían extraviado porque perdieron la conexión con su camino. La coexistencia, la coevolución y la cooperación sugieren acciones realizadas al unísono, en colaboración. Solo recientemente he comprendido la verdadera importancia de la conexión entre el planeta y las personas, lo cual podría parecer una negligencia por mi parte, ya que esta conexión se menciona con frecuencia en la literatura de la Nueva Era y, más importante aún, en textos antiguos. Supongo que podría decirse que me enfrasqué demasiado en los detalles y perdí la perspectiva. El significado aún se encuentra en el manuscrito original, pero nunca lo destaqué como debería haberlo hecho y es de vital importancia.

La raza humana se encuentra en una encrucijada, un punto de inflexión. La tecnología ahora permite simular la realidad de muchas maneras. ¿Está a punto de separarnos de nuestros caminos? Presiento que se va a suceder y tal vez tú también lo estés presintiendo.

¿Para qué salir y sentir la experiencia real si puedes quedarte en casa, en la comodidad de tu salón y simularla? Es más barato y mucho más fácil, incluso más seguro. Se está convirtiendo casi en una enfermedad, ¿o acaso ya lo es, con consecuencias nefastas para la evolución de nuestra especie?

Aquellos que se extraviaron abandonando el camino, acabaron por ser apartados de  su planeta natal. Tal vez fue por accidente más que por designio, pero el resultado fue el mismo: una degeneración de su trayectoria evolutiva hacia la extinción. Parece que, a menos que nosotros también estemos conectados a la Tierra y en completa armonía con nuestro planeta de origen, podemos esperar que la mayoría de los avances evolutivos nos sean aplicados o nos pasen de largo.

Como si eso no fuera suficiente, parece que estamos bajo la influencia de fuerzas externas. Me refiero a ellos como "los Señores Oscuros" o "las Fuerzas Oscuras", porque parecen empeñados en retener cualquier avance evolutivo que la raza humana pueda dar. Tal vez ya lo hayan adivinado: las fuerzas oscuras son maestras de la simulación y el engaño. Tomemos como ejemplo el 11-S: una obra maestra del engaño desde cualquier punto de vista. Su objetivo final era otra guerra con más odio, miedo y desesperación; una clara señal de las fuerzas oscuras si es que alguna vez la hubo, y sucedió a plena luz del día, justo delante de nuestras narices.

Cuidado, humanos, si nos adentramos demasiado en el camino de la desconexión con la realidad en todos los aspectos de la vida. Parece que ya no podemos confiar en nuestros propios ojos para distinguir la realidad de la ficción cuando los embaucadores están en la cima de su poder. "Embaucadores" es otro nombre para las fuerzas oscuras, los maestros de la simulación.

Recientemente, mi atención se ha centrado en los códices de Nag Hammadi, descritos como los libros encuadernados más antiguos que existen. Es extraño que cuenten una historia similar.

Todo esto es solo una advertencia. Si tenemos una voluntad fuerte, aún controlamos nuestro propio destino. Todavía hay tiempo para reconectarnos, reevaluar y, con algo de esperanza, participar. Siempre hemos tenido libre albedrío, y aún lo tenemos. Es nuestra elección ser libres o ser controlados.

El otro aspecto de esta aventura que debo abordar es mi omisión en la primera edición de este libro, de explicar cómo mis anfitriones, la gente de Haven, ven el mundo en el que viven o, de hecho, cómo ven el universo en su conjunto. En muchos sentidos, puede parecer contradictorio con lo que he descrito en la primera mitad de estas notas.

Creo que esto demuestra que mis anfitriones finalmente se dieron cuenta del error de sus acciones e intentaron corregir esa deficiencia en su pensamiento.

Quizás esto sea otra guía para nosotros aquí en la Tierra. Espero sinceramente que como especie, aún tengamos tiempo para reorientar nuestros esfuerzos.

Mis anfitriones son, en efecto, una raza extraterrestre. El problema fue escribir mi aventura desde mi propio punto de vista, la de un hombre europeo de cuarenta años, con una educación occidental y sin experiencia previa en viajes al extranjero. Con esto quiero decir que nunca antes había tenido que interactuar con nadie de fuera con mi propio y limitado sistema de creencias occidental y mucho menos con seres que consideran la Tierra, en general, territorio extranjero.

Así que ahora intentaré hacer lo que debí haber hecho hace quince años para la primera edición de CoEvolución.

Para ellos, todo está vivo (y posee consciencia); por lo tanto, todo, incluido el planeta Tierra, tiene su personalidad. Si tuvieran que describir un veneno que estuviese presente en nuestra agua para beber podrían llamarlo una fuerza oscura, un elemento negativo que podría ser letal para la vida y para la consciencia. Esto da una perspectiva completamente diferente a la forma en que se habla de las cosas en una conversación cotidiana y no lo expliqué con la suficiente claridad en la primera edición.

Casi todo lo que vi o toqué en Haven, su planeta natal, estaba vivo, incluyendo maquinaria y edificios tal como los conocemos. Estas estructuras tenían personalidad, y su relación con los alienígenas era más parecida a la que pueda existir entre una mascota y su propietario, aquí en la Tierra.

Cuando los extraterrestres regresaron a su hogar tras un tiempo de ausencia, la recibieron como a otro ser vivo, un amigo, un ser querido. Tenían un vínculo especial con este edificio. Hablaban con él como los terrestres hablan con sus mascotas. La casa o morada respondía a veces con un destello de color, y las ventanas o mirillas se abrían a petición,a través de una pared sólida; tal era la interacción entre ellos y el edificio considerado hogar.

Así pues, al intentar explicarles lo que me contaron sobre muchas cosas, no interpreté correctamente algunas de estas afirmaciones. Al aclararlas, espero que puedan ver los significados con mayor claridad desde nuestra perspectiva humana.

Debido a los recientes acontecimientos en el planeta Tierra, me he percatado de ejemplos más evidentes de mi error de interpretación. Estos ejemplos incluyen la fuerza oscura que los científicos de Haven estaban investigando bajo tierra en una zona de nuestros océanos australes cerca de la Antártida, y la fuerza oscura que impregna la atmósfera de nuestro planeta.

Describiré estas fuerzas con más detalle más adelante. Mis anfitriones alienígenas los consideran entidades vivientes, pero usted y yo podríamos considerarlos como sustancias químicas tóxicas en el suelo y en las borrascas de la atmósfera.

Creo que esto se debe a nuestra miopía más que a una simplificación excesiva. Espero que esto contribuya a ampliar la percepción de al menos un tipo de pensamiento alienígena y su interpretación del mundo que nos rodea.

Quizás le permita comprender mejor mi viaje entre ellos. Tras diez días en su compañía, yo también comencé a pensar como uno de ellos hasta el punto de convertirme en uno más; por lo que, cuando empecé a escribir esta historia, mis  explicaciones provenían en parte de su mentalidad más que de la nuestra. Debería haber aclarado esto al lector y me ha costado mucho tiempo corregir este descuido.

                                            Alec Newald

                                                    Auckland, Nueva Zelanda, Junio de 2011