Siempre
se nos habló de la espiritualidad como algo basado en una visión
humana e incluso quijotesca, llena de cosas de aquí y allá, creencias y dichos
indiscutibles e incomprobables, en conclusión: es como algo mecánico.
Desde mi
experiencia como estudiante de metafísica, de maestros
actuales en el Zen moderno, así como los autores clásicos (Sócrates, Platón,
Aristóteles), he podido comprobar el descuido del pensamiento así como la
visualización en la oración en los rituales religiosos.
Una presentación correcta de una oración no puede ser una mezcla de
conformismo y duda con sólo una pizca de fe. En nuestro diario devenir, dudamos entre la confianza y la duda en un extraño zigzag de incertidumbres, o peor aún,
programando a través de nuestro pensamiento, aun sabiendo con firme
certeza que “somos lo que pensamos”.
Si volvemos la mirada hacia nuestro pasado notaremos que aquello que hemos
alcanzado, malo o bueno, ha sido consecuencia de un pensamiento que ha
estado por mucho tiempo en nuestra mente.
Un ejemplo sería el lenguaje:
hemos querido aprender griego, lo primero que ha sucedido es el
“pensamiento de deseo, de querer”, la respuesta a nuestro pensamiento ha
sido la presentación ante nuestros ojos de la oportunidad de
estudiarlo, pero aún así, ha quedado ante nosotros la acción que dará
forma definitiva a nuestro logro, lo que en la antigüedad fue llamado
“fiat”, “amen”, “permitir”, “allow”, “hágase”, etc. NO ES SOLO UNA
PALABRA, es una poderosa acción, acción de pensamiento, pero
lamentablemente, la mayoría de las religiones nos enseñan “pensamientos
obedientes y resignados”.
Uno de los secretos
mejor guardados en los textos espirituales mas antiguos ha sido siempre
el poder del “hágase”, se nos cerro durante mucho tiempo este
conocimiento, el “poder del pensar”, mas allá de la causa y el efecto,
mas allá del encadenado y servil “ora et labora”, está el poder de la
visualización: tu visión decide cómo estás respecto a tu entorno,
en armonía o en desarmonía, aunque la frase “tu visión” parece ser muy
subjetiva, tu respuesta al entorno “decide” si tienes control
sobre tu realidad o contrariamente si el entorno tiene poder sobre ti.
Ya se nos enseño en el pasado el poder de la visualización:
“La lámpara del cuerpo es el ojo; pues si tu ojo está sano, también todo tu cuerpo será resplandeciente; pero si esta enfermo, también tu cuerpo será tenebroso.”
(Lucas 11:35)
Si sustituimos la palabra “sano” por “positivo u optimista” y la palabra
“enfermo” por “negativo o pesimista” entenderemos que nada es
completamente negativo ni positivo, y que el buen
visualizador es aquel capaz de “acoplarse” a la parte positiva de lo
que se “muestra” para materializar realizando su deseo.
Es imposible “no crear” desde este sentido, vamos transitando rutas que
plasmamos guiados por nuestros pensamientos en nuestro cerebro, somos
absolutamente responsables de lo tarde o temprano que alcanzamos
nuestras metas, somos escritores de nuestro guión y también actores
inconscientes de él, entonces queda claro que el tren de nuestra mente nos llevará por la ruta de nuestro pensamiento hasta la estación que
elijamos imaginar.
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Colaborador: Luis José Urpin Máita (Uriellis Stellarum)
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